Ominoso futuro espera a Donald Trump; su salida inicia un futuro esperanzador para Estados Unidos. Norteamérica ha sido capaz de resistir los abusos de un Presidente más que lunático. No obstante, sigue siendo el comandante en jefe de las FF.AA. más poderosas del mundo y dotado de formidables poderes en la política internacional y en la interna. En esas condiciones ha sido un alto riesgo durante su mandato y lo será por las próximas 100 horas, hasta que, derrotado, deje su cargo el próximo miércoles, día de la transmisión del mando, considerada una celebración cívica que trasciende a la política, a la que no asistirá.
Trump quedará expuesto a innumerables juicios. El más desdoroso, el juicio político, por incitar a la subversión y a la violencia, aprobado esta semana por la Cámara de Representantes. Contó con la aprobación de los parlamentarios demócratas y diez republicanos, liderados por la hija del exvicepresidente Richard Cheney, que se desempeñó bajo la presidencia de George W. Bush.
La condena en el Senado es más difícil, aunque posible: necesita dos tercios de los senadores; requiere de 17 votos republicanos. Por ahora se estima que cuatro se plegarán a los demócratas. No hay claridad de la decisión de gran parte de los restantes, incluido el líder de la mayoría, Mitch McConnell, cuya posición es misteriosa y decisiva. Habría que tener en cuenta que su señora, de altísimo prestigio, fue secretaria de Transportes nombrada por Trump y renunció al gabinete por atribuirle responsabilidad en el asalto al Capitolio. De prosperar el trámite condenatorio, luego, en otra votación, con la simple mayoría de los senadores, Trump podrá quedar inhabilitado de postular nuevamente a la presidencia y, probablemente, privado de los privilegios de un expresidente.
Contrariamente, hay factores que desaconsejan el juicio político: se mantiene el protagonismo del Presidente saliente; menoscaba su esperada irrelevancia desde Florida; estimula la polarización, mientras su sucesor, Joe Biden, llama a la unidad y pacificación; se podrían desencadenar nuevas manifestaciones violentas; más importante, la tramitación de la acusación en el Senado, que podrá demorar meses, dilatará la aprobación de la urgente agenda legislativa y los nombramientos del gabinete, altos cargos en la justicia y de la nueva administración. Con todo, los demócratas parecen resueltos a seguir adelante, a cualquier costo.
Hay un aspecto positivo de esta tragedia, además de la salida de Trump, que con sus presiones y amenazas no logró revertir los resultados electorales. Todos los políticos, incluidos los republicanos, más los líderes de opinión, referentes y dirigentes de la sociedad civil, medios de comunicación, y los opositores y partidarios de Trump, sin excepciones, condenan la violencia, lo que no ocurre en Chile.