¿Cómo se eligen las citas para las tesis universitarias, los grandes discursos y las brillantes columnas?
Con el reino de lo digital. Esa es la solución. Olvide las páginas impresas y cuando tenga el libro electrónico, va a la sección búsqueda, coloca la palabra que le interesa y no tiene necesidad de leer el libro entero y ni siquiera hojearlo.
Utopía, de Tomás Moro, además es corto. Incluso hay resúmenes, los baja y escribe, por ejemplo, “Estado ideal”, y ya está. Pilla dos o tres frases multipropósito y queda como rey.
La Biblia le aporta reflexión y sabiduría, basta con un par de frases. Palabra de búsqueda: Moisés. Listo. Palabra de búsqueda: Saúl. Listo, nomás. Y después, en su columna o texto académico, instala la cita, y causa una excelente impresión: leído, culto, inspirado, versado.
Así es como avanza la humanidad en el mundo digital: de salto en salto.
Desde Eurípides a Freud y desde Hannah Arendt a Zygmunt Bauman, porque no es cosa de saber, sino de saber encontrar.
No se sienta descubierto ni perseguido, tampoco disminuido y menos ignorante. Es distinta la forma de adquirir conocimientos en el siglo XXI. Lo de ahora es a pedazos, mordiscos y trozos, se trata de un saber cuyas cimientes son de raíz publicitaria, con la frase corta, resistente y útil. O acaso sensibilidad poética, donde el verso es breve y sonante, porque lo que queda en la memoria siempre es poco.
No necesita tomos de enciclopedias, para eso está Google, y para los libros el soporte digital y pericia a la hora de explorar.
Usted es político, por decir, y debe dar un discurso sobre democracia.
La fuente es digital. Va a Demóstenes, orador ateniense, encuentra lo que haya en PDF, lo baja a su computador, rastrea la palabra “democracia” y listo: sale 20 veces en ese texto. Y va una por una, copia la que le parece apropiado y olvida el resto.
No precisa leer ni una página, porque su intención es utilitaria y precisa.
Y nunca olvide que no está haciendo nada malo.
A la hora de tomar la palabra, cuando debe pronunciar el discurso, cita a Demóstenes y algo más, lo que dijo Lincoln sobre democracia, o Adenauer, porque lo alemán siempre se escucha como serio.
Acá lo importante es la justa medida de la cita.
Si usted es alguien como Mario Desbordes, Heraldo Muñoz, José Antonio Kast o Jorge Tarud, no le conviene citar a Demóstenes, porque eso no se lo cree nadie.
En este caso, se recomiendan citas locales: desde Víctor García Garzena a Luis Bossay Leiva, de Pedro Aguirre Cerda (se agradece evitar “gobernar es educar”) a Gustavo Lorca Rojas.
Otro ejemplo. Esta es una cita de Marco Tulio Cicerón, de Epístolas familiares, y de un libro español de 1884, y son las cartas a Aulo Torcuato, no pregunte quién era, porque no es el asunto suyo, solo lea la cita, apropiada para tiempos que corren y vuelan: “No me parece bien disputar la libertad pública por lanzas y espadas, más que con buenos consejos y autoridad”.
Esta cita, en boca de Sebastián Sichel, Ximena Rincón, Evelyn Matthei o Pamela Jiles, no sería creíble.
El principito, en cambio, es totalmente imaginable en cualquiera de todos lo anteriores.
He ahí el problema.