Tudor (Bogdan Dumitrache) y Cristina (Ilulia Lumânare) son un matrimonio apacible y exitoso. Él es un ejecutivo telefónico, ella de contabilidad. Tienen un departamento cómodo en la Bucarest moderna, y dos hijos pequeños, Maria (Adela Marghidan) y Ilie (Stefan Raus). Solo pasa por la pareja la sombra de una hipotética infidelidad, una especie de broma cómplice.
Un domingo, Tudor lleva a los niños a los juegos de un gran parque urbano. La cámara se queda con él en un extenso plano, mientras atiende su celular y trata de estar pendiente a los dos niños. Es un plano sorprendente, no tanto por su duración, sino porque construye toda la tensión fuera del campo visual: solo se oyen los diálogos de hechos que podrían ser amenazantes, pero también normales. Un aire de desgracia convive con el de la rutina de un parque soleado. Y así es: después de esos minutos, María desaparece.
Tras buscar sin éxito, Tudor acude a la policía. La pareja se ensombrece. Pasa una noche con los padres de Cristina, otra con amigos. Por el día, Tudor vuelve al parque, una y otra vez, en busca de pistas. Cada noche es más agobiante, porque se hace evidente que Cristina lo culpa y ya no resiste recordarlo a cada rato.
Mientras la crisis interna camina al despeñadero, la intriga toma un giro (similar al de Blow up, la película de Antonioni): Tudor ve a un sospechoso en las fotos tomadas por las madres de otros niños esa mañana en el parque. Pero la pareja finalmente colapsa.
Contra lo que es usual en historias de este tipo, el relato no se centra en la madre, sino en Tudor, el hombre que prosigue su indagatoria mientras el paso de los días lo va desquiciando. El deterioro es progresivo y buena parte del metraje está invertido en eso: el registro minucioso de la forma en que un padre puede ir tocando fondo con un dolor que es insoportable. Puede haber cierto exceso en esto, pero la exasperación parece ser parte de la estrategia del cineasta Constantin Popescu, igual que el silencio. Popescu consigue recrear un clima enervado y sin resolución como un equivalente narrativo de lo que vive Tudor, que oscila entre la reclusión y una obsesión maniática.
Popescu es parte de la tardía “Nueva Ola” rumana que ha producido ya numerosas películas notables, por lo general a partir de incidentes cotidianos que tocan a las clases medias y que ponen a prueba su capacidad de sobrevivir. El paisaje moral del Buscarest post-soviético apareció en el cine con una identidad fuertemente diferenciada del resto de Europa Oriental.
La desaparición es otro ejemplo notable de ese fenómeno.
PororocaDirección: Constantin Popescu.
Con: Bogdan Dumitrache, Ilulia Lumânare, Constantin Dogioiu, Stefan Raus, Adela Marghidan, Ionut Achivoale.
152 minutos.
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