La noche del jueves en Luque, Paraguay, en la sede de la Conmebol, se escuchó lo siguiente: “Hoy no hay garantías para jugar partidos de competencias sudamericanas o eliminatorias en Chile”. Así de corto y duro es el juicio que existe en Asunción sobre nuestro país. Después de una semana en que Coquimbo Unido disputaba la ida de la semifinal de la Copa Sudamericana ante Defensa y Justicia de Argentina, los “piratas” pasaron al Estadio Nacional y 24 horas después a Asunción.
Existe la sensación de que perdimos todo el peso internacional que se ganó en la administración de Arturo Salah, cuando operaba la lógica de “no queremos ayuda ni ventajas, pero tampoco que nos jodan”, con interlocución directa con el timonel de la Conmebol, Alejandro Domínguez, pero con la instalación de funcionarios y oficiales chilenos en cargos relevantes, que tejían relaciones y evitaban que nos pasaran la máquina, como la que sufrió el cuadro aurinegro.
En la locura que vivió la ANFP en el periodo de Sebastián Moreno y ahora con Pablo Milad, los ejecutivos y mandos medios salieron o se contrataron para pagar favores políticos a algún dirigente que pedía una cabeza, porque el funcionario le caía mal o no hizo lo que él esperaba.
Así, cuando hay que marcar territorio, nos encontramos en la indefensión total. El lunes en la noche ya se cuajaba el despojo a Coquimbo Unido, cocinándose su traslado al Estadio Nacional. Defensa y Justicia llegó con tres jugadores con positivos de Covid, pero igual entrenó en la tarde del miércoles en San Carlos de Apoquindo. Los protocolos del Ministerio de Salud los incumplieron, pero daba lo mismo: se sabían protegidos por las autoridades de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) y de la Conmebol.
A otro perro con ese hueso cuando se menciona que después de las 18 horas se tomó la decisión de trasladar el cotejo a Paraguay. Eso seguro que estaba maquinado desde la tarde anterior, cuando los resultados de los exámenes a la delegación, tomados al ingresar al país, no llegaron en el tiempo que estipula la normativa de nuestra autoridad sanitaria. La mesa quedó servida para liquidar la localía del cuadro de Juan José Ribera, perjudicado por cumplir con los protocolos.
En este caso, como los que salpicaron la reanudación del fútbol local, el papel de los seremi de Salud toma un rol protagónico. Todos quieren aparecer en los medios de comunicación, mostrar su rigor, pero al final la amplitud de criterio es tal que nadie sabe cómo operar. El Estado de Chile firmó un acuerdo con la Conmebol para que los clubes locales disputaran los torneos internacionales y hoy, en opinión de la regencia del fútbol sudamericano, no cumple su compromiso.
La seremi de Salud Metropolitana, Paula Labra, informó que la delegación de Defensa y Justicia cumpliría cuarentena en el país. La opereta se mantuvo toda la tarde e incluso en el aeropuerto. Antes hubo presencia de carabineros, funcionarios de la PDI y de la embajada argentina en el hotel. Se mencionó incluso un llamado desde la Casa Rosada a La Moneda. Un bochorno total.
No nos extrañemos. El fútbol chileno, lo más probable, es que saldrá trasquilado.