Los arquitectos somos personas de acción. Nuestro trabajo y visión de la vida consiste en ofrecer una solución posible a una necesidad dada en el ámbito físico y perceptual de la existencia humana. La arquitectura solo trasciende en cuanto sirve específicamente a las funciones cotidianas del ser humano, como individuo y gregario.
Si no sirve ni emociona, entonces no es arquitectura, y nunca pretende una solución definitiva, sino una versión actual, autónoma, moderna, de la conjunción de belleza y utilidad, que es una ecuación en mutación permanente según avanzan la historia, los recursos y las costumbres.
Los arquitectos proyectamos cuerpos, volúmenes, edificaciones; pero lo que verdaderamente nos compromete con el prójimo es la consecuencia de la suma de esos cuerpos en la experiencia colectiva, su efecto en la calidad del espacio común resultante, cuyo diseño, al final, es también de nuestra absoluta responsabilidad. Porque deben ser bellas y útiles y en igualdad de condiciones para todos, los arquitectos tenemos un rol irremplazable en el diseño de las ciudades y su evolución; tarea compleja que congrega múltiples disciplinas e invoca enormes intereses políticos y económicos. En este contexto, es notorio que los arquitectos de Chile hemos tenido escasa influencia en el desarrollo de nuestras ciudades en las últimas décadas. Esa carencia se manifiesta en la imposición de normas urbanísticas incoherentes con los valores paisajísticos que habíamos logrado en años precedentes, y que hoy han sido mayoritariamente arrasados y reemplazados por desorden y mediocridad, y también por la forma discriminatoria del desarrollo urbano reciente que tanto resentimiento ha puesto a la vista.
Hay un mundo allá afuera donde la virtud del urbanismo contemporáneo es renovar y densificar, creando buenas oportunidades de progreso económico, al mismo tiempo que preservando los valores ambientales e históricos que identifican culturalmente a una ciudad y su sociedad.
En este año de extraordinarias oportunidades para Chile, de aprestarnos a revisar todas las cuestiones posibles de interés social, podremos poner el rol de la ciudad como agente fundamental del bienestar colectivo, en el corazón del debate público.