En su origen griego, la palabra “melodrama” significaba “drama con música”. A lo largo del desarrollo histórico, la música fue sustituida por el énfasis en las emociones, en el pathos, y es verdad que se le aplica en líneas gruesas el principio de la tragedia: las principales emociones son la pena y el miedo. Siguiendo estas definiciones,
Hasta siempre, hijo mío es un melodrama de gran escala, de esos que envuelven vidas completas, con un arco histórico de largo alcance y el panorama emocional de toda una generación.
La trama se centra en Yaojun (Wang Jingchun) y Liyun (Yong Mei), una pareja de obreros calificados que tiene un solo hijo, Xingxing, en concordancia con la política de control de la natalidad impuesta por el presidente Deng Xiaoping a fines de los años 70. Liyun queda embarazada por segunda vez y las normas del partido y el Estado exigen que aborte. Pero más tarde, el hijo único muere en un accidente y la pareja sufre su segunda pérdida.
La circunstancia de que el aparente culpable de esta muerte sea el hijo de los mejores amigos de Yaojun y Liyun quiebra además la pequeña comunidad de compañeros que cohabitan en los estrechos edificios para trabajadores de Beijing. Yaojun y Liyun se exilian en la provincia sureña de Fujian para criar un niño adoptado al que también llaman Xingxing y que, ya en la adolescencia, se rebelará contra ellos.
En realidad, esta es una manera de “ordenar” la trama porque el relato está estructurado de una manera no lineal, privilegiando las asociaciones entre esos sentimientos dominantes, el miedo y la tristeza, y la conexión de ambas cosas con la asfixia del Estado totalitario. Es un relato complejo y delicado, que a veces hasta puede pasar por alto el registro exhaustivo de los datos. No es una película política en el sentido tradicional, pero sí lo es como del retrato de una época cuyas normas —irónicamente, a través de parlantes— van configurando las esperanzas y las frustraciones de toda una generación.
Es un proyecto de grandes ambiciones. Quizá por eso, el registro es deliberadamente moroso, contemplativo, que se toma su tiempo para obtener un espesor casi físico de las emociones. A pesar de su longitud —algo más de tres horas—, esta manera de filmar crea un flujo en el que nada parece sobrar y las posibles confusiones de tiempos y espacios se resuelven sin explicaciones. Es una película-río en el sentido literal.
Wang Xiaoshuai es uno de los cineastas más destacados de la llamada “sexta generación” (los nacidos en los años 60) y ha declarado que esta película es la primera de una “Trilogía de la Patria” que abarcaría toda la China moderna. Si es así, Hasta pronto, hijo mío es, además de una cinta notable, el comienzo de algo muy grande.
Di Jiutianchang
Dirección: Wang Xiaoshuai. Con: Wang Jingchun, Yong Mei, Qi Xi, Wang Roy, Du Jiang, Ai Liya, Xu Cheng, Li Jingjing, ZhaoYangouzhang, Bao Zhenjiang. 184 minutos.
En MUBI.