Fue una semana feliz en la UC porque renovaron los contratos que se vencían. Se aseguró por tres temporadas a Fernando Zampedri, que ya tiene 32 años. Y se prolongaron los vínculos con Diego Buonanotte (32), Luciano Aued (33), Gastón Lezcano (34) y a Germán Lanaro (34). Se quedan en el club Edson Puch (34), Francisco Silva (34), Matías Dituro (33) y José Pedro Fuenzalida (35).
Todos de manera muy merecida, pues han colocado al club en la cima del fútbol chileno, sin discusiones, durante las últimas tres temporadas. No hay un plantel que haya jugado más y, en casi todos los casos, su técnico Ariel Holan se ha visto en severas dificultades cuando debió reemplazar a alguno de los titulares en partidos internacionales, sencillamente porque pese a ser el equipo nacional más competitivo en la arena continental, recambio no tiene mucho.
La presión de la hinchada para la renovación de Buonanotte fue vital, porque se ganó el cariño y el afecto de la galería con campañas notables y varios títulos bajo el brazo, aunque siempre vino desde el banquillo. Un proceso similar, aunque con distinto resultado se vivió en la U con Walter Montillo (36), que no interesó a la dirigencia ni al nuevo cuerpo técnico para quedarse en la institución que lo tiene como ídolo. Matías Fernández (34) prolongó su relación con Colo Colo de manera tan tajante, que dijo que tendrían que “sacarlo con Carabineros” del camarín, donde ya convive con siete compañeros que ya están sobre los 32 años (Paredes, Valdivia, Mouche, Carmona, Barroso, Insaurralde, Pinto).
No es un fenómeno nuevo y lo hemos analizado muchas veces ya, pero vuelve a ponerse sobre la mesa cuando las instituciones deben pensar en la próxima temporada y batallar, como suele ser costumbre, entre la conveniencia competitivay el afecto lógico que la hinchada desarrolla con sus ídolos, que tienen un lugar mucho más amplio en sus afectos que el de los técnicos, gerentes o dirigentes encargados de encabezar la renovación. Un tema que se sufre por igual en todas las latitudes, aunque en Europa los últimos estertores de las estrellas se viven en Japón, Medio Oriente o los Estados Unidos. En Chile aún queda una pasada después de eso para “despedirme en el club de mis amores”.
La situación se volverá mucho más compleja, cuando vengan a cumplir con ese trámite —decir adiós con la camiseta querida— todas las insignias de la generación dorada, como ya lo hicieron Beausejour —en su momento el pase más caro entre dos clubes locales— o el mismo Valdivia.
Vendrán en un par de años Bravo (37), Orellana (34), Medel, Vidal, Marcelo Díaz (33), Isla y Alexis (32), con la pretensión lógica de despedirse en casa, pero tensando otra vez los planes deportivos, que deberán tener contemplado el cupo indispensable para el crack que retorna. Si Bravo vuelve a los albos, por ejemplo, ¿deberá relegar a Cortés o hacer banca?
En el contraste entre Montillo y Buonanotte comprendimos la diferencia que en este final de temporada tendrá varios casos emblemáticos. Y la eterna pregunta acerca de si el emblema se retira cuando él lo define o cuando el club lo dispone.