Esta película viene precedida por no menos de cinco becas de desarrollo y seis premios en festivales, además de un cortometraje de 10 minutos con un título similar –
Farewell Meu Amor– que tuvo su propia cosecha de éxito en el 2016.
Es la historia de una familia nuclear angoleña que después de 17 años se reencuentra en Nueva York. Walter (Ntare Guma Mbaho Mwine), chofer de un taxi, huyó de su país cuando la guerra civil aún lo desgarraba, con la promesa de juntar dinero para sacar también a su mujer y su hija. Esther (Zainab Jah), la esposa, debió tener a su hija a solas y luego huir con ella a Tanzania, hasta que por fin ha logrado llegar a Estados Unidos. Sylvia (Jayme Lawson) ya es una adolescente y tiene sus propias opiniones sobre lo que ha ocurrido.
El relato se fragmenta en tres partes y un desenlace. Cada parte cuenta la misma historia desde la perspectiva de cada uno de sus protagonistas. Después de 17 años, ninguno es igual a sus recuerdos. Walter ha vivido con otra mujer de origen africano, a la que ha tenido que sacar de su casa antes de que lleguen su mujer y su hija, y acepta con contrariedad y ambivalencia esta reunificación familiar. Esther, que estuvo con Walter del lado de la guerrilla en Angola, se ha convertido en una religiosa fanática, que oprime a su hija con su rigorismo moral, y enfrenta la distancia de Walter mediante copiosas y angustiadas oraciones. Sylvia solo desea bailar –lo que no está entre los deseos de su madre– y cree que su padre las abandonó –lo que Walter no quiere–, aunque su proyecto es insertarse en su nueva sociedad antes que reconstruir el pasado.
La estructura no es nada novedosa, por supuesto, pero cumple aquí la función de dar espacio a los motivos de cada personaje, observándolos, no tanto desde dentro, sino desde sus conductas privadas, a salvo de la vista de los otros. La directora estadounidense-tanzana Ekwa Msangi evita la tentación, muy a la mano, de hacer cine “subjetivo”, y consigue en cambio que las ansiedades de Walter, Esther y Sylvia se expresen con libertad y recato. Y si hay en la película algún requiebro psicologista, la cineasta lo aborda con humildad, para luego retirarse velozmente hacia la observación sin pretensiones.
En el desenlace, sin embargo, Ekwa Msangi no encuentra otra modalidad que el montaje alterno, el entrecruzamiento de todas las limitaciones que sus personajes deben enfrentar para llegar al final menos inspirado. Pero quizá es, de nuevo, otra expresión de humildad.
En todo caso, las películas no se hacen solo de desenlaces. Gracias a eso,
Farewell Amor sigue valiendo la pena.
Dirección: Ekwa Msangi.
Con: Ntare Guma Mbaho Mwine, Zainab Jah, Jayme Lawson, Joie Lee, Nana Mensah, Marcus Scribner, Brandon Lamar, Darlene Arrington. 102 minutos.
En MUBI.