Un miembro de la directiva de la ANFP filtró que el arquero y capitán de Coquimbo, Matías Cano, sería denunciado al Tribunal de Disciplina invocando el artículo 68, tras señalar que “llevamos muchos viajes, estamos enfrentando dos torneos. Lo que hace con nosotros la ANFP es una vergüenza y no es casual, es con mala intención, quizás para ayudar a Colo Colo”.
Si lo hacen, lo lógico y justo sería que procedieran del mismo modo con Gustavo Quinteros, quien tras el empate con la UC dijo que “acá hay algo raro y oscuro en contra de Colo Colo”, criticando al juez por no sancionar a su favor una jugada que consideró penal.
Siempre me ha costado entender a quienes ven conspiraciones por todas partes; si todo está amañado o arreglado, lo más saludable sería no participar. Cano, que representa a un equipo que hace historia en la Sudamericana, parece olvidar lo básico: mientras más suba un equipo en la competencia internacional, más recargado tendrá su calendario. Pasa en todas partes, y no por la inexperiencia del plantel pirata puede aferrarse a la teoría de la conspiración. Más aún en un calendario de pandemia.
Lo de Quinteros es más grave, porque si cree que la situación de Colo Colo se debe a “algo raro y oscuro”, es porque supone que la conspiración nació de casa. Es difícil imaginar a un grupo planificando acciones que pueden dañar al club más interna y profundamente que sus propios directivos y funcionarios. Si hubo, hay o habrá un complot, Quinteros debería comenzar por mirar sus propias oficinas, porque está claro que desde Quilín les han tirado salvavidas más de una vez.
No es nada raro y seguirá ocurriendo en las fechas que restan. Hay cierto placer morboso en los participantes para denunciar irregularidades cuando se están jugando el año. Julio Barroso hizo una escuela de eso, defendiendo a equipos pequeños y grandes, hasta que debió escribirse un reglamento para limitar un ejercicio que es histórico y universal. Hay un sinfín de torneos que cayeron bajo sospecha cuando las transmisiones eran más modestas, la información más escasa y los procedimientos más turbios.
Hoy el escrutinio público está más atento, pero también las sospechas alimentadas por las redes sociales, donde se mezclan fanatismos de hinchas y dirigentes, de jugadores y bots, de agitadores con cartón que pretenden sacar ventajas futuras de las quejas presentes. Lo raro y lo oscuro es pretender salvarse a punta de incendios, es hundirse quemándolo todo, es sembrar la sospecha para terminar el lamento culpando a otros; o celebrando como si todo fuera normal.
Como decía mi abuela, que de fútbol no sabía, no se escupe donde se come. Eso no se resuelve ni con sanciones ni reprimendas (porque dirán, obvio, que forma parte de la persecución), pero tampoco debe quedar impune. Esta temporada, desde ahora hasta el final, se dividirá majaderamente entre lo que ayuda o perjudica a Colo Colo. Un club que, paradójicamente, complotó contra sí mismo de todas las maneras posibles.