La lenta evaporación de Reinaldo Rueda como entrenador de la selección de Chile es un suceso penoso y lamentable, porque se trata del equipo que representa al país, y resulta que a nadie le importa.
Se esfuma silencioso y se va como chiste sin palabras, ante la indiferencia colectiva, donde el nivel de la importancia equivale a un pepino o a un rábano, y lo mejor es seguir entre vegetales. Pero eso es.
La desidia es absoluta y mejor así para los involucrados, que temían un nudo ciego y caro, pero se alivian porque se abarató y soltó sin mayor esfuerzo. No hay fingimiento que sea capaz de ocultar la apatía, indolencia y despreocupación.
Que la selección entre a un modo acéfalo no llama a la alarma y se trata de un hecho irrelevante, porque Rueda no pudo y el que venga tampoco podrá; las cartas se repartieron, se echaron los dados y los jugadores, según las sagradas leyes de la vida, ya no son lo que fueron. ¿Será esa la lectura correcta? Tampoco hay interés por analizarlo demasiado, debido a la pereza que antecede a la Navidad y el fin de año.
Si hay algo parecido a un legado, se guarda en el computador; y si alguien por error lo borra, la verdad, no hay drama. Si quedó algo más, por ejemplo: la gran historia de los microciclos, todo ese rico material, pues bien, entra en un pendrive.
Su partida y despedida fue con parsimonia y sin prisa alguna, como es habitual con los asuntos menores y poco relevantes.
Se va el entrenador de la Selección Nacional y, como es un hecho intrascendente, la noticia se puede dar hoy, mañana o pasado mañana. Y puede ser antes o después. Anúncienlo cuando lo estimen conveniente. No hay urgencia, no hay demora, no hay nada.
Pablo Milad, el presidente de la ANFP, estuvo en otra actividad. Proclamó sin bombos ni platillos, pero escudado por un par de ministros, un futuro Juan Pinto Durán en 17 hectáreas del cerro Chena, porque la actual infraestructura es la segunda peor en América Latina. Podría haber dicho la tercera o quinta, ¿y a quién le puede preocupar?, no es más que un síntoma de inferioridad, se trata de la vieja enfermedad chilena de compararse con algo o alguien.
El Ministerio de Defensa sacó la voz por el Ejército, como corresponde, para aclarar que la ANFP habló con los que importaban, pero no con los dueños y ocupantes del terreno, y como no había nada conversado, coordinado, presentado o analizado, el comunicado describió el anuncio de la ANFP, con frialdad espartana: es una idea.
¿Qué fue realmente Reinaldo Rueda para la Selección de Chile, y de paso para el fútbol nacional, en todas sus categorías? ¿Por qué se marcha bajo un manto de desgano y fría indiferencia? ¿Por qué su partida a nadie le importa?
La respuesta es evidente y triste: no pasó de ser una idea.