Se ha vuelto un lugar común alegar que las tramas de Christopher Nolan no se entienden, que el espectador está poco menos que obligado a repetirse la película con tal de ir recogiendo la información que se le escapa escena tras escena y que en su nuevo filme esa tendencia suya a complicarlo todo más de la cuenta se le habría escapado de las manos.
Lamento darle la contraria a los afligidos, pero en estricto rigor, la estructura de “Tenet” no es más complicada que cualquier
thriller común y corriente: tal como multitud de estos, la película posee un “protagonista” —así está aludido en los créditos, sin que se le otorgue nombre alguno al personaje encarnado por John David Washington— quien, para controlar un peligro global, debe correr por el margen de agencias, gobiernos y políticas; el relato también posee un ayudista (Robert Pattinson), una suerte de Sancho encargado de suplir al héroe los medios y hacerle consciente de unos cuantos fines, de cara al desenlace. Está el antagonista (Kenneth Branagh), alguien que hace rato ha vendido su pellejo a poderes ulteriores, y su mujer (Elizabeth Debicki), que atraviesa por algo cercano al martirio en vida a causa de su cercanía con el mal. La mayoría de los episodios de “Misión imposible” o de la serie “Bond” suelen ajustarse a ese molde, con variaciones mínimas; pero en el caso particular de “Tenet”, Nolan parece tener su punto de referencia en el mejor Hitchcock: su protagonista tiene marcado parentesco con el Cary Grant de “Intriga internacional” (1959), el ayudista evoca a Grace Kelly en “La ventana indiscreta” (1954), el malo alude tanto a las veleidades de Robert Walker (“Extraños en un tren”, 1951) como las de Ray Milland (“Crimen perfecto”, 1953), y el sufrimiento de la mujer lo hereda directo de Ingrid Bergman en “Notorious” (1946). Cada uno de ellos, sus rasgos y lo que portan de sus antecesores cinematográficos, se asemejan a piezas perfectamente integradas a una maquinaria que, en sus líneas maestras, ya sabemos cómo funciona e incluso cómo termina.
¿Dónde está, entonces, el enredo al que tanto se alude?
Como siempre en Nolan, no es la maquinaria sino el mecanismo: lo que articula y mueve sus tramas —su McGuffin, para seguir hablando en términos hitchcockianos— vienen a ser entidades ambiguas e inasibles, distorsiones de lo real, perspectivas imaginadas al interior de escenarios de vértigo. Lo que en “Memento” (2000) eran fallas en la memoria a corto plazo y en “Inception” (2011) la posibilidad de ir penetrando en los sueños del prójimo, en “Tenet” es la inversión de las leyes físicas: objetos capaces de operar con una cronología invertida (una bala ya no se dispara, se “atrapa”); la eventualidad de que el pasado, lo único que se encuentra señalado a firme en nuestra existencia, se devele como algo frágil, en la medida que nuestro presente es invadido por objetos que, literalmente, viajan en dirección al ayer. Y es ahí donde se sitúa el presunto “problema”.
Como el cineasta cerebral que es, Nolan adora las secuencias expositivas: aquellas escenas donde un personaje le explica al otro (y, por ende, a la audiencia) cuáles son las reglas del juego, los códigos que la cinta usará para mantener la ilusión de realidad que asignamos a esta clase de espectáculos. Las películas, por lo general, poseen una o dos de estas secuencias; “Tenet”, en cambio, rebosa de ellas. Y más aún: cada vez que el dispositivo se activa —y un personaje comienza su “explicación”—, el filme agrega cantidades de información que acaban ahogando los datos expositivos anteriores. Al contrario de lo que sucede en la clásica matriz del
thriller, un mayor conocimiento de la trama ya no es garantía de mayor certeza y, en cambio, deviene en pura neblina, conjetura y confusión. En realidad, no importa si Nolan está deslizando una crítica acerca del caótico estado de nuestra cultura de la información o torturando deliberadamente a los espectadores que no se aguantan de chequear su celular en medio de la función (hacerlo mientras ves “Tenet” es garantía de distracción y te obliga a parar la película y hacer rewind, con la consecuente pérdida de ritmo en el relato). El efecto de fondo no varía: el mundo que habita el filme aún necesita ser salvado, de la misma forma que sus espectadores requieren de acción, movimiento e ingravidez. En la era de los superhéroes, donde las motivaciones y emociones de los personajes han quedado reducidas a coloridas carcasas vacías, Christopher Nolan actúa en consecuencia y lleva (con brillantez y cierto ánimo diabólico) esa proposición hasta el límite: el bueno, el asistente, el malo y la damisela representarán sus papeles, imperturbables e impasibles; cual autómatas o engranajes de un gran reloj que marca las horas nuevas —y, por ende, el porvenir— con clínica, maravillosa, fría precisión.
Tenet
Dirección de Christopher Nolan.
Con John David Washington y Robert Pattinson.
Estados Unidos, 2020, 150 min.
Disponible en blu-ray, y en copia digital vía Amazon.com.
THRILLER