Gracias a Dios, en Chile no tuvimos que enfrentarnos al “dilema de la última cama”, como sí ocurrió en muchos países, incluso desarrollados, donde debían elegir a quién darle un respirador artificial y a quién no, en medio del primer brote de covid-19.
Pero de lo que no escaparemos es del “dilema de la primera vacuna”.
¿A quiénes debiésemos inocular primero en Chile para asegurarnos de que sobrevivan al coronavirus? Porque las vacunas irán llegando de a poco al país, de a 20 mil, y por eso demoraremos todo el 2021 en quedar todos inmunizados.
Entonces, estaremos obligados a elegir, a priorizar. Como si fuésemos pasajeros del “Titanic” y tocara escoger quiénes subirán primero al bote salvavidas. O como si fuésemos los porteros del Arca de Noé y en nuestras manos estuviese determinar qué especies se salvan.
En Chile –como en los otros pocos países que están partiendo, junto con nosotros, este proceso– ya se definió que las primeras vacunas serán para los funcionarios de los centros de salud. Es obvio: hay que garantizarle un cupo al piloto del bote del Titanic o a los remeros del Arca de Noé.
Pero después de ellos, ¿quién?
El ministro Paris –quien, repito, bien vale una misa– propuso que fuese Don Francisco el primer vacunado. Él, sin duda, reúne varios de los atributos que lo hacen a uno merecedor de la pócima milagrosa: ser una persona mayor, estar en el grupo de riesgo, ser un referente, un ejemplo a imitar y valioso para el país. Yo vacunaría a Don Francisco.
Pero no sé si él debiese ser el primero de todos. Porque con esos parámetros se podría abrir una disputa infinita entre figuras “valiosas” y “populares”.
¿Habría que salvar a Izkia o al doctor Ugarte? ¿A Caszely o a Alexis?
¿Y si optáramos por una fórmula “Arca de Noé”? ¿Qué tipo de personas debiéramos echar arriba? ¿Una selección de artistas, deportistas, intelectuales, profesionales de carreras imprescindibles, técnicos, artesanos, emprendedores, bohemios, cocineros, floristas, cornershoppers, políticos?
¿Pura gente buena y buenista, como Benito Baranda y el cura Berríos? ¿O también de los otros, como Girardi, la Coca y Navarro (para que este último no siga luchando contra el coronavirus con sus métodos primitivos como olfatearse los dedos)?
¿Habría que salvar a los candidatos presidenciales? ¿A cuáles? Y ya que estamos en esto, ¿no les pondrían a algunos políticos la vacuna de placebo, por pura maldad?
Como ven, la decisión no es fácil.
Pero yo tengo mi candidata. Creo que Chile debiese vacunar en primer lugar y de manera simbólica a…: “La Señora Juanita”.
Sí, porque “La Señora Juanita” es la reserva moral de la patria. Ella es la esencia del sentido común, de la decencia y los valores permanentes de nuestro país. Ella es la que valora lo que hemos progresado y la que repudia la violencia y el desorden. A ella es a la que tenemos que rescatar. Si hacemos eso, mataremos dos pájaros de un tiro: resolveremos la crisis por la pandemia y también la crisis política que estalló el 18-O. Una “Señora Juanita” empoderada es la solución a nuestros desvelos.
Mejor si encontramos una “Señora Juanita” profesora. Yo conozco a una, podría ponerla a disposición de las autoridades, pero supongo que ellos sabrán cumplir con su deber y no equivocarse a la hora de elegir a la primera persona que será vacunada.
Por favor, no más errores no forzados.