Un súbito aire de liberalismo libertario ha llegado al Congreso. Y ha llegado, paradójicamente, desde los sectores más de izquierda. Comunistas, socialistas y DC defendiendo el “derecho a elegir” el cambio de fondo de los afiliados a las AFP. Muchos de los mismos que enarbolan con fuerza el “No+AFP” levantan las banderas del “mientras haya AFP, libertad de cambio de fondo”.
Curioso.
O “sospechoso”, como alguna vez dijo el exsuperintendente de Valores y Seguros, a propósito de la defensa de los parlamentarios de SQM en medio del caso Cascada (justo antes de que se develaran las múltiples huellas dactilares de la empresa).
Y si bien la historia no se repite, a veces rima, como decía Mark Twain. Y en este caso el guion es similar. Una empresa con un dueño que tiene muchos amigos en el Parlamento. Su nombre “Felices y Forrados”.
Para llegar a la empresa hay que ir un poco más atrás. Como para entender por qué las aves carroñeras aparecen en la sabana. Y el origen de todo está en los multifondos, una mala idea, bien inspirada. Como tantas otras malas ideas.
Pensar que la gente se iba a transformar de la noche a la mañana en una especie de portfolio manager para determinar sus instrumentos de inversión era claramente una ilusión. Agregar un componente especulativo (“yo tengo más pensión porque invertí mejor”) fue un problema más para un sistema que tenía problemas, pero también bondades.
La idea de 2002 ni siquiera consistió en determinar perfiles de riesgo de acuerdo a la edad, sino que entregó una llave que permitía saltar de un lado a otro sin ninguna coherencia. Ayer conservador y hoy, propenso al riesgo. Mañana, nuevamente conservador. Del fondo E al fondo A, y del A al E. De un nenúfar a otro.
Y así como los sofistas solían provocar al público preguntándoles si la muerte es mala y burlándose después de la respuesta negativa (diciendo que la muerte es buena para quien vende ataúdes), en este caso los multifondos son buenos. No para los afiliados en promedio. No para las AFP. Son buenos para Felices y Forrados.
Una empresa curiosa, que vive de la especulación (término que ha sido muchas veces invocado para denostar el pasado empresarial de Piñera). Una empresa cuyo exgerente de estudios es el famoso estafador Rafael Garay. Cuyo principal asesor es el exdiputado Rincón. Cuyo exabogado es el presidente de la DC. Y cuya promotora en el Senado es la senadora Ximena Rincón.
Todo lo anterior explica, de alguna forma, que cualquier indicación que se haya presentado para limitar el traspaso de fondos haya fracasado rotundamente. El penúltimo fue en el acuerdo previsional en la Cámara de Diputados, donde curiosamente se cayó a última hora esa indicación del Gobierno. El último fue en medio del proyecto de ley de reforma constitucional de Pamela Jiles, en el que la senadora Rincón presentó una indicación que beneficiaba directamente a Felices y Forrados.
De nada han servido las recomendaciones de la OCDE, de la Superintendencia, de la Comisión de Valores, del Banco Central.
Por sobre la institucionalidad están los amigos. Mal que mal, al amigo seguro se lo conoce en la ocasión insegura, como decía un viejo poeta hace 2 mil años.
Mientras tanto, Felices y Forrados recomienda cambios a diestra y siniestra, sin ninguna coherencia financiera, pero cuyos seguidores suman traspasos por hasta 5 mil millones de dólares. Y quien sabe antes cómo se moverán 5 mil millones de dólares necesariamente tiene información privilegiada que puede producir jugosas ganancias.
Es decir, los parlamentarios que están defendiendo a la empresa Felices y Forrados no solo defienden una actividad especulativa cuya base son los ahorros previsionales, no solo no consideran las recomendaciones de expertos (no sospechosos de estar vinculados a las AFP), sino que, en el fondo, están legitimando el uso de información privilegiada.
Tener un amigo no es cosa de la que pueda ufanarse todo el mundo, decía el Principito. Para tener tantos amigos, hay que estar “feliz y forrado”.
Que los mismos que quieren eliminar una serie de libertades y, en algunos casos, acabar con el sistema de AFP, invoquen el argumento libertario para permitir la libertad irrestricta para cambiarse de fondos, no se sostiene. Menos aun cuando el Congreso tiene como único objetivo establecer leyes que regulan la libertad para proteger a terceros.
El proyecto de ley que limita el cambio de multifondos no es un corralito, como ha querido falazmente decir Felices y Forrados, sino que una forma de acotar una mala idea que nunca debió existir, y —al mismo tiempo— una forma de eliminar una ganancia millonaria con información privilegiada. De paso, permite evitar que las AFP deban disponer de capital inmovilizado que no renta para los afiliados, esperando la ola de cambios masivos.
Ahora veremos de qué lado están las fuerzas. Si del lado de lo que les conviene a los chilenos, o del que les conviene a los amigos.
Tal vez es el momento de recordar a Cicerón: “El primer precepto de la amistad es pedir a los amigos solo lo honesto”.