Soberbio Coquimbo Unido. Un equipo de regiones en la semifinal de la Copa Sudamericana. Mientras espera a Defensa y Justicia, se pone al día en el torneo y buscará los puntos para escapar del descenso de la temporada 2020.
Felicitaciones a Universidad Católica, que en medio de la pandemia, de la crisis económica más grande que vive el mundo en un siglo, presenta la remodelación del estadio San Carlos de Apoquindo. La eliminación ante Vélez está viva, pero el proyecto no depende si la pelota entra o no entra.
Con este panorama, el fútbol local sortea a duras penas el rebrote de covid. Primero se suspendieron partidos, luego de una mala decisión de la ANFP en el duelo entre Colo Colo y Antofagasta, abriéndose la llave para aplazar los cotejos al mínimo caso. Como quedó la sensación de que existía aprovechamiento deportivo, el criterio varió de manera radical. Curicó Unido resultó perjudicado en su viaje para medirse con Huachipato.
Eso ocurre cuando la autoridad no respeta sus normas.
Esto en la contingencia. En el largo plazo, el fútbol local afronta un severo entuerto. Las instituciones que conforman la ANFP se asemejan a un mall. Cuando se revisa el desequilibrio de la sociedad chilena, en todos los niveles, nuestros centros comerciales dan el ejemplo. Sus controladores son los gigantes del
retail, que cobran arriendos siderales, obligan a las tiendas a cumplir cláusulas sin ningún equilibrio y su posición ventajosa atenta contra la competencia.
Cualquiera de las marcas tradicionales de ropa, calzado u otros productos suele enviar a cada megatienda sus mercaderías, garantizar un monto fijo y en ocasiones armar el punto de venta. Además, abren una hora antes y cierran una hora después, por lo que requieren de tres turnos para responder la exigencia de los dueños del recinto. Las casas comerciales anclas tiene un turno menos y exigen precios especiales, inferiores a los que ofrecen los importadores o fabricantes.
Un escenario que en el fútbol chileno se instaló. Los principales empresarios de futbolistas están en la propiedad o administración de clubes, sin abandonar su giro inicial: ser representantes de jugadores. Así manejan los valores, cobran comisiones, conocen las necesidades deportivas y la situación financiera de sus rivales, pero además se benefician de los réditos que entrega la actividad, a través de la selección chilena o negocios de la ANFP. El colmo de esta anormalidad es que por sus carteras de representación, reclutan a los mejores talentos que surgen de cadetes y firman sus contratos, a veces con exigencias desmedidas, que alteran el desarrollo deportivo de la promesa.
Están en los dos lados del mostrador y estructuran un mercado a todas luces imperfecto, porque las reglas de cualquier sistema económico sano son violentadas. De esta forma, los tres grandes, Iquique, Antofagasta, Cobreloa, Cobresal, Palestino, Unión Española, Wanderers, O'Higgins, Universidad Concepción o Deportes Temuco, por mencionar algunos de los perjudicados, dejan de ser pares convirtiéndose en inquilinos.
Este tema tiene que ser abordado con urgencia. Una industria sana lo exige.