Si Reinaldo Rueda tenía alguna duda sobre su continuidad al frente del seleccionado chileno, ya no le debe quedar ninguna. Y seguramente tiene claro que debe seguir en Colombia su carrera. ¿Por qué? Porque acá, entre nosotros, su posible partida no ha tenido ningún efecto, no ha merecido ni el más tibio comentario. O sea, da lo mismo. Mejor dicho, se prefiere que no vuelva, ya que el único revuelo producido por su viaje ha sido barajar nombres para su reemplazo.
Ha sido (o fue) una difícil misión la que aceptó: llevar a un Mundial a una selección que tuvo, hasta hace poco, un rendimiento notable soportado por una excepcional generación de futbolistas ahora cercana a su ocaso. Se le exigió, por lo tanto, renovarla, hacer un nuevo cuadro nacional, sin que los candidatos sobren o satisfagan el paladar del hincha (y seguramente el suyo). Una nueva generación no se fabrica, pues en Chile los grandes deportistas surgen por generación espontánea.
Así es que apuesto a que no vuelve.
Otro que no volverá es Marcelo Espina. A Colo Colo y a ningún club chileno. Lo más probable es que vuelva a la televisión y su comentario experto.
Lo hacía bien en el comentario y no debe sorprender, pues su visión del fútbol era su mayor mérito en la cancha. ¡Qué gran jugador fue Espina! Armador de lujo, un artista y, al mismo tiempo, un trabajador incansable. Con él y el brasileño Emerson, un recuperador con recursos de lujo y orientado al ataque, Colo Colo tuvo un mediocampo con un grado de exquisitez difícil de repetir.
¿Lo hizo bien como director deportivo de los albos? Como a Rueda, le correspondió actuar en un momento muy especial del club, sumido en luchas intestinas gravísimas entre conocidos controladores de la sociedad anónima. Con el equipo en cuartos de final de la Libertadores, Mosa fue desbancado por Ruiz-Tagle de la presidencia y este llevó a Espina.
A poco andar volvía Mosa, en un clima que se enrarecía por horas y en que aún se mantiene. Nunca tuvo Espina un clima adecuado para su trabajo y terminó por ser enjuiciado duramente por las contrataciones del club, sin considerar que aparte de sus posibles errores se trataba de jugadores que llegaban a un plantel dividido y díscolo.
Con todo, los mejores ambientes para Espina han sido las cámaras y la cancha. Tampoco en la banca tuvo éxito. Suerte para el gran capitán. Lo vamos a sintonizar nuevamente.
¿Y Montillo?
No sabemos si se va de la U o se queda. Tal vez cuando aparezca esta columna ya se habrá decidido el buen jugador argentino, que disfruta de una espléndida veteranía. Depende de él, se dice, aunque algún despistado le dijo que su continuidad estaba “en evaluación”, cuando el jugador preguntó. ¡Cómo va a estar en evaluación un jugador de su calidad y gravitación en el equipo!
Además, en la U no están claras las jerarquías. Son varios los que hablan, pero, como en el viejo dicho, “hay que hablar con el dueño del establo y no con las pensionistas”. El dueño es Carlos Heller, pero él hace poco intentó vender sus acciones en la sociedad. Así es que cualquier día se vende el establo, con vacas y todo.
Y se fue el gerente de Ligas Profesionales de la ANFP, Rodrigo Robles, por razones estrictamente profesionales, perdón, personales. Estuvo dos años. Ya nadie dura más.