Están todos felices. Las autoridades de la ANFP, el entrenador Reinaldo Rueda y los dirigentes de la Federación Colombiana de Fútbol.
Las gestiones se realizan con respeto, prudencia y se palpa la completa corrección, en esa corte repleta de amabilidad y delicadeza. Da gusto.
Así están las cosas: los colombianos deseaban negociar, solicitaron permiso y lo pidieron por favor; ante lo cual los chilenos aceptaron sin dudar, porque el procedimiento se realizó de manera educada, formal y mediante autorización, así que por supuesto y faltaría más: conversen, por favor.
De las palabras que dijo Pablo Milad, el presidente de la ANFP, se desprende que una persona debe trabajar en el lugar que lo contente y convierta en alguien feliz.
Hay que establecer, eso sí, que el técnico Rueda, que es un caballero, está pleno y satisfecho en Chile, y lo mismo la ANFP, pero una vez establecido lo anterior, apuntemos algo obvio: más feliz estaría allá, cómo no, en su Colombia querida. Lo comprende cualquier ser humano bien nacido.
Los mal nacidos no participan de esta historia de grandeza humana, ni gratis ni pagando entrada, porque se trata de un espectáculo protagonizado por personas rectas y diáfanas, por lo tanto, afloran los buenos sentimientos: por acá la patria, por allá el profundo sentido del deber, cariño por el trabajo realizado, voluntad de diálogo y un ejemplo de hermandad latinoamericana.
¡Cuánta generosidad! Algo raro de ver en el mundo del fútbol.
Los dirigentes de la ANFP no querían que se fuera, pero fueron superados por situaciones futbolísticas y sobre todo humanas. Habría que ser muy pequeño, para no tomarlas en cuenta.
Los dirigentes colombianos no lo habían contratado para su selección, pero ante la urgencia y la necesidad imperiosa, el pueblo lo llama, lo pide y los dirigentes cumplen con su deber.
Don Reinaldo no deseaba abandonar la nave chilena, porque está en mitad de un difícil proceso y aún le quedan decenas de microciclos por delante, sin embargo, ay, Dios mío ¡cuántas vueltas da el destino!, y el hombre, ay, de nuevo, solo propone.
¿Puede un colombiano bien nacido desoír el coro de Floridablanca, Leticia, Tuluá y Dosquebradas, cuando el llamado es por auxilio y ayuda?
No.
¿Podría un chileno bien nacido desoír el coro de Andacollo, Porvenir, Catemu y Tierra Amarilla, cuando el llamado es por socorro y amparo?
Tampoco.
El episodio revela la calidad y cuantía de los protagonistas: autoridades de Chile y Colombia, más don Reinaldo Rueda, un caballero entre dirigentes altruistas.
Aclaremos que no son gente extraordinaria y tampoco personalidades divinas. No, en ningún caso. Afirmar tal cosa, decirlo entre líneas o incluso apenas pensarlo, eso, eso sería hipocresía.