Aunque la vuelta a los confinamientos sea un verdadero balde de agua fría, la aprobación de las vacunas y la normalización de la economía mundial hacen pensar que hay luz al final del túnel. Por eso, es hora de levantar la mirada y proyectarse. ¿Cómo será la vida después del covid? Muy diferente. La educación, los servicios médicos, el comercio y el trabajo no volverán a ser iguales. La pandemia nos ha empujado a incorporar tecnologías que, estando latentes, no eran dominantes hasta hace poco, por los costos fijos de adoptarlas. En pocos meses, las estrategias graduales han sido desechadas.
Los beneficios de las nuevas tecnologías son evidentes, desde ganancias en tiempo, hasta una mayor libertad. Pero este nuevo normal dejará heridos. No solo hay empresas o sectores cuyos negocios cambiarán radicalmente, sino también miles de trabajadores serán desplazados por las nuevas formas de organizarse. Así, la tensión entre la adopción (inevitable) de nuevas tecnologías y la disrupción en el mercado laboral se hará evidente. ¿Qué hacer?
Enfrentar el cambio tecnológico nunca fue fácil, especialmente cuando es disruptivo. Por ejemplo, la introducción de maquinaria agrícola a comienzos del siglo XIX, en plena revolución industrial —el “Zoom” de la época—, desplazó a miles de trabajadores en Inglaterra y dio origen a grandes disturbios en los llamados “Swing Riots” (Caprettini y Voth, 2020). Las protestas, sin embargo, fueron sustancialmente menores en aquellos distritos donde se potenciaron otras fuentes de trabajo y donde la ayuda social fue más intensa. Aunque parezca obvio, el mensaje es claro: más que frenar el ajuste, la clave estuvo en ayudar a la reconversión del empleo y en proveer un sistema de protección social en la transición.
La experiencia de la unificación alemana es parecida. Cuando Alemania Occidental se hizo cargo del desastre dejado por los comunistas en el este, enfrentó la misma disyuntiva. O mantenía artificialmente vivas las empresas orientales ineficientes o permitía su desaparición, poniendo los esfuerzos en la reconversión de trabajadores a empresas modernas, al mismo tiempo que dedicaba importantes recursos para evitar un drama social. Aplicando una política realista y con visión de largo plazo, el gobierno de Helmut Kohl eligió el segundo camino.
Bien vale la pena aprender de estas experiencias. La pandemia ha obligado a un ajuste importante en la manera de vivir, pero la normalidad poscovid puede ser aún más desafiante. El país saldrá mejor parado si facilitamos el cambio y acompañamos el desplazamiento, en vez de frenar el cambio para evitar el desplazamiento.