El poeta Samuel Noyola, al que se vio por última vez en 2008.
“Vaquero del mediodía” es del tipo de películas al que no se llega sin una recomendación. El documental del mexicano Diego Enrique Osorno ha estado en Netflix este año, pero se escapa de lo que este servicio ofrece sobre México, donde prima la política, el narcotráfico y las desapariciones irresueltas de personas. Aquí sí hay una desaparición irresuelta, pero es de otro orden: se trata del poeta de Monterrey Samuel Noyola, al que se vio por última vez en 2008. Osorno, periodista y documentalista, conoció a Noyola en su juventud y quedó hondamente impresionado por él, y la cinta da cuenta de su esfuerzo por dar con su paradero. Pero si esa es la excusa narrativa, la cinta intenta en realidad retratar a Noyola.
Noyola, por cierto, era —¿es?— un personaje muy particular. Nació en 1964, eso es seguro, en algún momento de su juventud partió a Nicaragua y aparentemente participó de las milicias sandinistas. Pero eso no impidió que después se acercara a Octavio Paz, que no solo le dio un puesto en la revista Vuelta, sino que apoyó la publicación su segundo libro de poesía — “Tequila con calavera” (1993) — en la editorial de la revista. Al mismo tiempo, dado al alcohol y a la bohemia, Noyola participaba de la vida cultural, o contracultural, del DF, donde se hacía notar por su brillo, insolencias y todo orden de desmadres, lo que no le impedía ganar también amigos que no dudan de hablar con gusto, y algo de tristeza, a lo largo del documental. Su inestabilidad anímica y económica, donde rara vez conoció un trabajo o domicilio estable, terminará por acercarlo cada vez más a la calle, a la miseria y a la locura. O eso parece.
La cinta posee varios logros, entre ellos, no pretender explicar lo inexplicable. Su estructura es fragmentada, no cronológica, con saltos y cortes que parecen reproducir la conciencia que busca retratar. O quizá no hay otra forma de contar una biografía que se compone de fragmentos, de piezas incompletas, de una impetuosidad que terminará convertida en retazos, recuerdos más o menos queridos en otras vidas, cada vez más centrífuga de sí o, como plantea la misma cinta, quemada por su propio fuego. “Vaquero del mediodía”, en ese sentido, con su montaje aparentemente azaroso, con un lúcido y atmosférico uso de la cámara lenta —un recurso sobreexplotado al que la cinta le da una nueva connotación—, con el despliegue gráfico de poemas y esa conjunción de voces, de testigos bebiendo quizá de la manera en que Noyola perdió su rumbo, encuentra una gran resonancia visual de lo que intenta contar. Difícil describir un acierto mayor para un documental.
La cinta, quizá de manera no buscada, permite también sumergirse en el México contemporáneo a ras de calle. Sí, hay alusiones al narcotráfico y a la constante desaparición de personas, pero sus imágenes dan más cuenta de las personas que viven en la calle, de las miserias que guardan en sus centros ciudades como Monterrey o el DF. Una realidad que, sin embargo, convive con la riqueza cultural que revela el cuidado castellano con que se expresan muchos de sus entrevistados, articulados y finos de una manera envidiable, hijos de la tierra de Octavio Paz, pero también de Juan Villoro, de Aguilar Camín y, especialmente, de Roberto Bolaño, al punto que no hay casualidad alguna en la conexión existente entre “Vaquero al mediodía” y “Los detectives salvajes”.
Si algo quizá resulta un tanto difícil de comprar es cierta romantización que la cinta se permite llevar adelante en torno a la figura del “poeta”. No nace del director necesariamente, pero entre sus entrevistados hay un aire común respecto a que su calidad de “auténtico poeta” liberaba a Noyola de las exigencias o responsabilidades propias del resto de los mortales. Ahora, la cinta no comete el error de jugársela por completo en esta línea. Después de todo, los últimos años que la cinta explora en la vida de Samuel Noyola tienen mucho de infierno, y soportan poca idealización.
Vaquero del Mediodía
Dirección de Diego Enrique Osorno
México, 2019, 102 minutos.
DOCUMENTAL