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Editorial
Martes 01 de diciembre de 2020
Modestas primarias
Se ha evidenciado la compleja tarea que será para los partidos convocar a los ciudadanos en los eventos electorales de 2021.
Parece casi imposible extraer grandes conclusiones políticas a partir de las elecciones primarias para gobernadores y alcaldes realizadas el domingo. Quizás la más relevante sea constatar que los partidos tienen una compleja tarea por delante. Son numerosas las elecciones que se concretarán el próximo año y ha quedado claro que no les será fácil convocar a los ciudadanos. En efecto, en el caso de la elección de gobernadores, se emitieron casi 419 mil votos, esto es, un 2,9 por ciento del padrón electoral. Parte de la explicación podría estar en que solo el pacto Unidad Constituyente realizó primarias en todas las regiones; Chile Vamos lo hizo en siete, y el Frente Amplio en cuatro. Respecto de las primarias para alcaldes, tuvieron esta vez menos participación que en su versión anterior. En esa ocasión votaron casi 270 mil personas, mientras que este domingo lo hicieron menos de 148 mil. Ciertamente, ello estuvo influido por el hecho de que hubo esta vez menos contiendas comunales: si ahora se definieron solo 40 candidaturas alcaldicias —de hecho, Unidad Constituyente no usó el mecanismo—, en 2016 el número había sido de 93.
Algunos actores han intentado responsabilizar de esta baja participación al Gobierno, al Servicio Electoral o a la ausencia de una franja de televisión. Se trata de aseveraciones dudosas. Finalmente es tarea de los partidos entusiasmar y movilizar electores. Indudablemente que en un escenario donde estas primarias se realizaron de manera poco sistemática y con presencia del covid-19 era difícil crear un ambiente electoral propicio. En cualquier caso, corresponde a las dirigencias políticas hacerse cargo de la realidad vivida. De hecho, es posible incluso que el mecanismo de primarias esté perdiendo adhesión. Esta fórmula se desarrolló inicialmente con fuerza en Estados Unidos, como una forma de quitarles control a los partidos políticos en la selección de candidatos, sobre todo por la fuerte descentralización que caracteriza a ese país. En la experiencia comparada, sin embargo, el sistema es menos habitual de lo que se cree y hay buenas razones para ello. Los partidos aspiran a representar distintas sensibilidades y visiones. En esta tarea deben ser consistentes y coherentes, de modo de ser fieles a su promesa, y la selección de candidatos constituye una forma de lograr tal propósito, al postular figuras efectivamente comprometidas con su ideario. Ello, por cierto, solo tiene sentido en la medida en que los liderazgos partidarios sean elegidos de modo democrático y transparente, cuestión en la que Chile debe todavía avanzar. Aun así, cabe constatar que las primarias pueden, a veces, prestarse a la apropiación de las estructuras partidarias por parte de caudillos locales con capacidad movilizadora, pero no necesariamente identificados con los principios que una colectividad representa.
Con todo, el mecanismo puede ser una buena solución si las coaliciones son amplias, los costos de transacción de alcanzar acuerdos muy elevados y los umbrales para ganar una elección relativamente altos. Casos emblemáticos en este sentido podrían ser las primarias alcaldicias de Chile Vamos en Vitacura y Lo Barnechea, o las de gobernadores para Unidad Constituyente y el Frente Amplio en la Región Metropolitana.
El primer caso es una demostración del carácter “correctivo” que pueden jugar las primarias. Algunas voces han sugerido que el triunfo de la exministra Camila Merino fue una sorpresa, pero ello refleja desconocimiento del dinamismo político que existe en la actualidad. Chile Vamos es una coalición que se ha ido complejizando y que representa distintas sensibilidades y trayectorias. En ese sentido, es cada vez más difícil predecir las votaciones en su interior.
Por supuesto, esto también tiene una dimensión nacional. Así, se ha manifestado alguna extrañeza por el buen resultado relativo que tuvieron el PDC y RN en las primarias para gobernadores (si bien este último partido no tuvo un desempeño similar a nivel alcaldicio). De alguna manera, se asume que la mayor crispación que existiría en el país debería manifestarse en preferencias electorales por posturas más radicales. Sin embargo, las encuestas muestran consistentemente que la ciudadanía privilegia los acuerdos por sobre los conflictos. La polarización parece más alojada en la dirigencia política que en el ciudadano medio. Sin duda, se podría contraargumentar que, con una participación tan exigua, no se pueden extraer conclusiones de esta naturaleza, pero ello a su vez plantea otra pregunta, cual es la de por qué esa participación fue desigualmente baja, dependiendo de lugares y pactos.