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Editorial
Lunes 30 de noviembre de 2020
Biden, transición en marcha
Al fin Donald Trump autorizó fondos, intercambio de información y colaboración para la inauguración del Presidente electo, Joe Biden. Trump se ha visto forzado a contribuir a la continuidad operativa del gobierno norteamericano por las presiones de la burocracia y de un sector de su partido, y por las implicancias de su actitud en las decisivas elecciones en Georgia, el 4 de enero, determinantes para el control republicano del Senado.
El Presidente Biden avanzó en la conformación de su equipo para gestionar las relaciones internacionales, inteligencia, seguridad nacional, seguridad territorial y manejo de la hacienda pública.
Se destaca que las nuevas autoridades provienen del gobierno del Presidente Obama; incluso se ha hablado de la administración “joebama”. Es el caso del futuro secretario de Estado, Anthony Blinken, que se desempeñó como segundo en el Consejo Nacional de Seguridad y del Departamento de Estado, durante la era de John Kerry, este ahora enviado especial para el cambio climático; Janet L. Yellen, secretaria del Tesoro, antes presidenta de la Reserva Federal; Alejandro Mayorkas, encargado del Departamento para la Seguridad Territorial, exsubsecretario en esa repartición; Avril Haines, directora de Inteligencia Nacional, antes subdirectora de la CIA; Jake Sullivan, consejero nacional de Seguridad, que fuera director de Planificación del Departamento de Estado de Hillary Clinton, y Linda Thomas-Greenfield, embajadora ante la ONU, que fuera asistente del Departamento de Estado para asuntos de África y diplomática en cuatro continentes.
Varios de los mencionados tienen una larga experiencia compartida de servicio público, algunos por más de tres décadas. Se les considera parte del sector moderado de los demócratas, incluso del conservador, como es Janet L. Yellen, y susceptibles de lograr fácilmente la necesaria aprobación del Senado para asumir sus cargos. Destaca la política de inclusión de minorías y género, con el nombramiento de las primeras mujeres en la más alta jerarquía del Tesoro y en la Dirección Nacional de Inteligencia, y el primer latino, cubano, a cargo de la seguridad territorial. En los siguientes nombramientos se espera la designación de afroamericanos, que se sienten subrepresentados, y se anticipan cargos superiores para representantes de los sectores de Bernie Sanders y Elizabeth Warren, precandidatos de izquierda que desafiaron a Biden.
Cambios de forma, limitados en el fondo
De la trayectoria de los nominados y de la agenda, campaña y declaraciones de Biden, los analistas proyectan una gestión de estrecha cercanía con sus aliados, en especial europeos y asiáticos; mayor participación en el multilateralismo, retornando a los organismos internacionales de Naciones Unidas, en particular de los derechos humanos, comercio y salud; promoción de compromisos ambientales y sobre el cambio climático; reproche y distanciamiento de los regímenes autocráticos de Egipto, Turquía, Corea del Norte y otros transgresores de los derechos humanos; interés en la negociación de acuerdos nucleares, incluyendo a Irán, y mayor firmeza ante Rusia, uno de los pocos gobiernos que han demorado en reconocer el desenlace de la elección norteamericana.
En muchos de los grandes desafíos geopolíticos que enfrenta Estados Unidos habrá una gestión diplomática profesional, muy diferente a la caótica del Presidente Trump, aunque sin que varíen significativamente sus contenidos de fondo. Seguirán las presiones para que Europa incremente sus gastos en defensa y en el financiamiento de la OTAN. Aunque sin las formas agraviantes de su predecesor, no es previsible que flexibilice la contención de China; persistirá en el retiro de los despliegues de tropas en Europa, Afganistán y en el Medio Oriente, y aunque crítico de la ocupación de territorios palestinos, mantendrá el sólido apoyo a Israel y la embajada en Jerusalén.
No se espera que Latinoamérica sea una prioridad, así como tampoco lo fuera con Trump.
El proteccionismo, amenaza latente
Aunque Biden ha sido un fuerte crítico del manejo de Trump en la guerra comercial con China y firme partidario de un frente común con sus aliados, no estará en condiciones de otorgarle concesiones eludiendo los riesgos para la seguridad nacional, los subsidios encubiertos a la producción, transgresiones a la propiedad intelectual, transferencia forzada de tecnología, manipulación de su moneda, el control del Estado y del Partido Comunista en las empresas y en la producción, y la ausencia de democracia.
Es probable que la política comercial, de buenas maneras y con moderación, se aparte de los impulsos liberales de Obama, que promovió el TPP, y de Clinton con el Nafta. Biden ha sido ambivalente en esta materia. Votó en contra del TLC con Chile y su equipo político se muestra consciente de la atracción electoral que logró Trump con su denuncia de tratados comerciales por la competencia de productos y empleos importados con los internos.
También puede incidir, en las reservas sobre la liberalización comercial, la interrupción de las cadenas de suministros extranjeros que afectó la seguridad sanitaria en la pandemia y las declaraciones de Biden sobre la necesaria inversión previa y masiva en infraestructura para mejorar la competitividad de las exportaciones y producciones domésticas.