En este largometraje, Maite Alberdi prolonga el proyecto de indagación en el desvalimiento y el extrañamiento social que se remonta a La once (2014) y se prolongó en Los niños (2016). Las tres películas documentan la existencia de personas que han quedado al margen del mundo, sin dejar de pertenecer a él y sin perder las ilusiones que las han atado a la vida.
La premisa de
El agente topo es más hilarante que verosímil: el jefe de la agencia de detectives privados A&A, Rómulo Aitken, busca a un hombre de más de 80 años para infiltrarse en el Hogar de Ancianos San Francisco, de la localidad de El Monte. ¿Su misión? Espiar las rutinas del lugar para saber si Sonia Pérez está siendo bien atendida y recibiendo el tratamiento adecuado, si no está siendo maltratada, si no le roban, en fin: todo lo que su hija, que contrata la investigación, considera que es signo de su bienestar.
El seleccionado es Sergio Chamy, de 84 años, que debe emplear tecnología digital para cumplir su tarea y entregar reportes frecuentes a Rómulo. Sergio cumple su tarea escrupulosamente, incluso demasiado: anota sus observaciones, envía mensajes todas las tardes y hasta observa que no hay maltrato en el hogar, sino en la ausencia de los familiares que nunca visitan a los internos.
Maite Alberdi no esconde los recursos de puesta en escena y deliberación que tiene su trabajo. En algunos de los momentos iniciales se muestra a sí misma, al equipo que filma e incluso a los ancianos que saben que están siendo filmados. También el relato se mueve en planos autorreflexivos: está el guion, la historia “literaria”, por así decirlo; está el desarrollo visual, con sus encuadres y montaje; y está también la voz de Sergio como narrador en off, que lee sus reportes a Rómulo.
De esta estrategia resulta que la película produce no uno, sino tres topos: Sergio, desde luego, el infiltrado oficial; la cineasta Maite Alberdi, cuyo equipo debe seguir al seguidor; y el propio espectador, que es el mirón superior e inevitable de todos los anteriores. Las conclusiones, sin embargo, están inducidas por los dos primeros. El espectador tiene escaso margen, si tiene alguno, para decidir si hay alguna crueldad mayor que la soledad o el abandono de los ancianos.
Quizá este sea un indicio de que Alberdi no ha querido llevar más lejos el proyecto de desnudamiento del documental que es visible en
El agente topo; o una señal de que no ha querido eludir los elementos emocionales de la empresa de filmar a personas en el camino implacable de la extinción. Ninguna de las dos constricciones impide que
El agente topo sea uno de los trabajos más sugerentes del cine chileno en los tiempos de la soledad estridente, la época en que los que de verdad están solos son los que no gritan.
Dirección: Maite Alberdi.
Con: Sergio Chamy, Rómulo Aitken, Marta Olivares, Berta Ureta, Zoila González, Petronila Abarca, Rubira Olivares.
89 minutos.
En Cinemark.cl y Cinepolis.cl