Supimos varias cosas importantes esta semana. Que Reinaldo Rueda, por lo pronto, se quiere quedar. Y que estaría dispuesto a someter su trabajo a una nueva evaluación en marzo próximo, cuando la Roja enfrente a Paraguay y Ecuador. Si los resultados no acompañan, “pondría su cargo a disposición”, lo que es un eufemismo, porque no es una renuncia, sino simplemente abrir una negociación para su salida.
También supimos que en la ANFP no están contentos, pero no están dispuestos a despedirlo porque no cuentan con los cuatro millones de dólares que demanda la indemnización. Y, por lo tanto, aceptan el plan marzo aún sabiendo que el próximo año hay cinco fechas dobles y una Copa América —por lo que tiempo para trabajar no hay mucho— y que sería botar tres años de labor a la basura. Pero como a Reinaldo Rueda no lo trajo Pablo Milad ni el directorio que “armaron” para las elecciones, hay a quien echarle la culpa.
No solo eso: esperan la respuesta del español-inglés Francis Cagigao, quien se haría cargo de las tareas que suponen las selecciones menores y la relación de la Federación con los clubes, que a Rueda le incomodan, a la luz de lo observado durante su período. Por ende, a la brevedad, las funciones del seleccionador quedarán oficialmente acotadas a las clasificatorias. Y el nuevo funcionario —ex-Arsenal— podrá diseñar un plan B si es que en marzo pasa lo que nadie quiere.
Todo esto apareció en la prensa después de la reunión de las partes del viernes, y como nadie se apresuró en desmentirlo, ni matizarlo ni precisarlo oficial y formalmente, lo daremos por hecho. También que don Reinaldo, fiel a su política, hablará recién el próximo año, en la víspera del duelo ante los guaraníes, que será su prueba de fuego, por lo que no sabremos —salvo un cambio en sus políticas comunicacionales— si estuvo de acuerdo o no con las decisiones tomadas.
Hay un viejo chiste que remata diciendo que nada es verdaderamente un problema; que el verdadero problema es que no hay plata. Y la relación entre el seleccionador y la Federación ya no se sostiene en los proyectos, en el trabajo en común, en las ilusiones compartidas ni en el sueño de la fama, sino solamente en la ausencia de dinero. Si estuvieran esos cuatro millones, otra sería la cosa. Y si en marzo tropezamos, habrá que pedirlos prestados, junto a lo que cueste el diseño del plan alternativo en urgencia.
La vinculación de Rueda y Milad, de aquí en más, es solo por conveniencia y no por convicción, como suelen serlo los amores marchitos. Y eso jamás ha resultado bien. Debería saberlo don Reinaldo, que es un hombre experimentado e inteligente, y que se ha negado a aceptar la ayuda de quienes creen que las cosas deberían hacerse de otra forma, por su persistente e inexplicable ostracismo. Como si encerrado en sí mismo se protegiera de mejor manera.