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Cartas
Sábado 14 de noviembre de 2020
Carl Schmitt
Señor Director:
En su columna, el señor Leonidas Montes establece una forzada relación entre el filósofo político Carl Schmitt y el acuerdo político sobre el retiro de fondos de pensiones. Recoge por aquí y allá unas cuantas caricaturas sobre Schmitt, con el fin de criticar la decisión sobre las pensiones y sus responsables, resultando incoherente y falaz, lo que afecta sus propias conclusiones en ambos aspectos.
El espacio de la carta no permite extenderse sobre la figura de Schmitt. Solo cabe lamentar que en la descripción de aquel se recurra a reduccionismos y distorsiones. No es serio atribuir un defecto en base al título de un libro, “A dangerous mind”; es falso que Schmitt se haya definido como teólogo político, aunque haya escrito “Teología Política”, libro que no guarda relación con teología. Y la referencia al enemigo público ignora el concepto de lo político y la categoría de amicus y hostis (otro), que permite con realismo determinar cuándo se está ante un fenómeno político, no para fomentar la guerra ni el exterminio. Para Schmitt la desaparición del enemigo implica la desaparición de esa dimensión existencial.
Para referirse a un autor de la talla intelectual de Schmitt (reconocido como el más joven o el último de los clásicos de lo político, por moros, cristianos, judíos y ateos, europeos, americanos, asiáticos o africanos), hay que leer sus obras más esenciales. Así se comprenderá la realidad política, más allá del velo ideológico y la falsa conciencia; se formará una opinión consistente, y se podrá expresar con autoridad juicios válidos y no prejuicios extraídos de lecturas propias de la moderna inquisición de la political correctness.
Para comprender seriamente un tema, desde la doctrina o la opinión, debe hacerse sin odio ni pasión, de forma veraz e imparcial. La honestidad intelectual no deja espacio a sofismas, a la persuasión sobre un error de una decisión basándose en argumentos falsos o ajenos. Solo cabe afirmar que Schmitt, independientemente de su personalidad controversial, reivindicó lo político, su autonomía y preeminencia sobre otras dimensiones sociales; de aquí su vigencia y actualidad. Hace décadas, partidos y centros de estudios debieron comprender: “The politic, stupids!”
José Ignacio Vásquez Márquez
Profesor de Derecho Constitucional y Ciencia Política, Facultad de Derecho, Universidad de Chile