Ser rojo, quinto libro de Javier Argüello (1976), ha tenido una triunfal y merecida recepción por parte de la crítica, colegas consagrados como Enrique Vila-Matas (“siempre estuve convencido de su GRAN TALENTO”) y el grueso del público lector. Argüello ostenta la nacionalidad argentina, pero nació en Chile durante la Unidad Popular y, en la actualidad, reside en Barcelona. Sin embargo, al menos a juzgar después de la lectura de
Ser rojo, ha viajado, residido o permanecido por temporadas en países de los cuatro puntos cardinales. Esto no significa un cosmopolitismo exagerado, pues, aún sin conocer el resto de su corpus prosístico, uno queda con la impresión de que sus materias se hallan profunda e intensamente arraigadas en nuestro medio, nuestras naciones y, sobre todo, nuestro idioma.
Ser Rojo confirma plenamente lo anterior. El lenguaje de Argüello es ciento por ciento español, prácticamente sin las habituales frases en cursiva con vocablos foráneos, dotado de un muy esmerado método de composición y, de una densidad espiritual que ha hecho que se le compare con Virgilio y otros clásicos de todos los tiempos. Su estilo es extraordinariamente plástico, el trabajo con la lengua castellana resulta a ratos brillante, peculiar, personalísimo, sui géneris; otras veces denso, nunca oscuro ni pretencioso, sin caer ni por un solo momento en lo rebuscado ni menos en lo altisonante; en suma, Argüello es claro, sensible, muy informado y documentado, original, atrevido y sabe cuándo hay que recurrir a los argentinismos —de los que hace gala sin complejos— o, por regla general, emplear una forma narrativa que corresponde al castellano convencional, vale decir, una escritura que es, al mismo tiempo, muy culta y muy coloquial.
Ser rojo es una historia totalmente autobiográfica y sus personajes centrales son los padres de Javier, él mismo, sus parientes, sus amigos y las relaciones que ha mantenido a lo largo de su existencia, que son sumamente numerosas, como lo ha sido la trayectoria de este creador. Tanto es así que, junto a ellos, figuran nombres como Ricardo Lagos, el escenógrafo Emilio Hermansen, Víctor Jara, Violeta Parra, los intérpretes del Nuevo Canto, Carmelo Soria y, desde luego, Salvador Allende y Augusto Pinochet (además de personalidades como Boris Yeltsin, Stalin, Fidel Castro, el Che Guevara, Tania —la guerrillera—, Richard Nixon, Henry Kissinger, Erich Honecker y una larguísima lista de líderes mundiales, sin contar con grandes escritores, como Miguel Ángel Asturias, con quien Argüello posee una relación familiar, u otros que emergieron en el panorama literario en la década del 60). Argüello hace una defensa cerrada de la Unidad Popular y, de hecho, pese a la variedad de giras por todas partes de mundo, el grueso de
Ser rojo, transcurre en nuestro castigado Chile, generalmente durante el período en el que fuimos el único país donde llegó al poder una coalición de partidos marxistas y mediante elecciones democráticas, lo que Argüello, sin volverse cargante, no se cansa de afirmar una y otra vez.
Es imposible resumir el argumento de este volumen debido a la enorme variedad de sucesos y al vasto número de entornos geográficos que abarca, pese a su relativa brevedad. Quizá el sentido último de este título está en las propias palabras del propio Argüello cuando dice: “La realidad siempre es más compleja que los papeles que la explican. El mejor modo de entenderla suele ser en primera persona”. Y así es, ya que de otra manera la comprensión de esta compleja trenza de existencias entrelazadas y de acontecimientos tan contradictorios, por momentos tan confusos, sería poco menos que ininteligible.
Ser rojo, es, huelga decirlo, una trama intensamente política y hay que reiterarlo, intensamente personal. Sin explicarlo todo, el nombre del volumen expresa gran parte de su esencia: “A diestra y siniestra se esconde el enemigo. De diestra y siniestra se disfraza y conserva siempre el mismo rostro”. En definitiva, Javier es “rojo porque creo en la herencia que me legaron” y porque, “aunque el mundo se ponga negro, el único camino vivible sigue siendo la rojedad”.
De este modo,
Ser rojo pasa a ser una rareza en la literatura de hoy por hoy. En otros términos, Argüello, aparte de mostrarse en la plenitud de su carrera, plantea, con audacia y singularidad, temas, personajes, situaciones, en los que muy pocos y pocas autores se atreven a internarse en el presente.