Me parece que después del plebiscito quedó al descubierto que hay un sector político en Chile que más que construir un nuevo pacto social (NPS) lo que quiere es fundar una nueva religión (NR).
Y el problema es que ese nuevo credo parece estar copiando las peores prácticas de algunas de las mejores religiones; prácticas que por inmorales han sido dejadas de lado. La inquisición, la lapidación, la flagelación pública, fueron todos ritos brutales que se practicaron en nombre de un dios que se debe haber horrorizado al ver a sus partidarios haciendo lo que hacían.
Lo infernal es que hoy, cuando terminamos ya el primer quinto del siglo 21, veo que reflotarán algunas “experiencias religiosas” de ese estilo, como diría Enrique Iglesias.
Por ejemplo, la nueva liturgia en las redes sociales y en algunos medios es que el principal requisito para ser candidato a la Convención Constitucional (CC) es ser “políticamente inmaculado”. Es decir, “ningún miembro de la CC habrá tenido contacto carnal alguno con algún cargo público, de elección popular o no. Ninguna persona que haya pasado por el Poder Ejecutivo, Legislativo o Judicial podrá ser parte de la CC”. El versículo no está escrito así textual, pero es su espíritu.
Los políticos profesionales y tradicionales, por tanto, quedarán excomulgados de esta nueva religión ex ante.
Solo se aceptarán vírgenes, seres sin el pecado original de la política. Es lo que yo al menos les he entendido a varias de las sacerdotisas y curas de la NR. Mucho periodista, exponentes de las artes plásticas y de la representación, académicas y académicos de distinta índole, dirigentes de base, integrantes de ONG, deportistas.
Ese es el primer mandamiento.
El segundo gran pilar de esta nueva fase refiere a todos aquellos que hayan votado Rechazo en el plebiscito. Ellos también serán apartados de la discusión pública, igual que los políticos (en el caso de estos, el haber votado Apruebo no les servirá como indulgencia plenaria).
Pero a quienes hayan sido manchados con el voto Rechazo se les trasladará a cualquiera de las tres comunas de la Región Metropolitana donde triunfó esa opción en el plebiscito: Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea. Dentro de esa área geográfica esas almas penosas (o en pena, o con pena) podrán hacer vida normal y desplazarse con libertad. Pero si van a salir de ese territorio (controlado con barreras y vigilancia 24/7) deberán portar una “R” en su solapa para que puedan ser identificados con claridad por el resto del país y así evitar que contaminen la discusión sobre el nuevo pacto social, que será inclusivo, tolerante y democrático, para todas y todes, salvo para los ciudadanos “R”.
Ahroa bien: si algunos ciudadanos “R” están dispuestos a convertirse a la recta doctrina, podrán autoflagelarse públicamente y reconocer su pecado original. Después de asistir y aprobar los cursos de evangelización podrán ser aceptados para vivir fuera del gueto “R” e incorporarse a la sociedad del bien, del buenismo practicante.
Así las cosas, es obvio que Gabriela Mistral estaba equivocada. No era cierto aquello de que “Todas íbamos a ser reinas”. La realidad es que “Todes íbamos a ser vírgenes”.
Sí, “like a virgin”, como la canción de Madonna.