Esta es la historia de Lee Doo-sam, el más poderoso traficante de drogas de Corea del Sur durante la década de 1970. Aquellos fueron los años de crecimiento explosivo de la economía coreana y también del régimen Yushin, un modelo semidictatorial que fue encabezado por el Presidente Park Chung-hee desde 1961 hasta su asesinato, en 1979.
El relato empieza con una descripción documental del philopon, una sustancia —más conocida como metanfetamina o “cristal”— desarrollada por científicos japoneses y usada masivamente en la Segunda Guerra Mundial, después de la cual fue proscrita. Desde allí “desciende” a Lee Doo-sam (Song Kang-ho, notable), un orfebre reclutado para identificar la autenticidad del oro de contrabando, que descubre una nueva oportunidad en el tráfico de la metanfetamina hacia el mercado japonés. Durante ocho años, entre 1972 y 1980, Lee construye un imperio cuya base es el soborno de funcionarios oficiales.
Es evidente que el director Woo Min-ho ha tomado su inspiración del cine de Scorsese y de su gran trilogía del crimen organizado —Buenos muchachos, Casino y El lobo de Wall Street—, con un esfuerzo similar por convertir la historia del gangster en una gran interpretación metafórica del desarrollo de la Corea moderna. Lee es un bandido muy poco heroico, más bien cobardón y a menudo ridículo, hasta que se convence a sí mismo de que su poder económico es parte de la prosperidad de su país. A medida que crece su bóveda, crece también su ambición social.
Igual que Casino y El lobo de Wall Street, El rey de la droga tiene pasajes casi documentales que describen el proceso que sigue la metanfetamina, desde su mezcla química hasta su exportación bajo la marca “Made in Korea”. También el protagonista es una figura compleja. No encarna al individuo atrevido que se construye en desafío a la sociedad, como el gangster clásico, sino más bien a un hombre que usa los impulsos que la misma sociedad le proporciona. La singularidad de su poder no es la astucia financiera —como El lobo de Wall Street—, sino la corrupción del aparato del Estado. El rey de la droga es una metáfora sobre el crecimiento apoyado en la corrupción.
Y es, al mismo tiempo, una historia colectiva, con un coro de personajes trágicos —la esposa, la amante y el primo son los sobresalientes— que va puntuando tanto el ascenso como el momento del declive de Lee. De la narrativa múltiple creada por Scorsese solo queda algún trazo, lo mismo que de su virtuosismo visual.
Es cierto que El rey de la droga tiene mucho de imitación y homenaje. Pero, como ocurre cuando se sigue con talento modelos de gran estatura, ofrece también una visión provocativa, ambiciosa e idiosincrásica del delito elevado a una escala sobrehumana.
MA-YAK-WANG
Dirección: Woo Min-ho.
Con: Song Kang-ho, Jo Jung-suk, Bae Doona, Kim So-jin, Kim Dae-myung, Jo Woo-jin, Lee Hee-joon, Lee Sung-min, Heo Ga-joon.
139 minutos.
En Netflix