“Por primera vez en la historia teatral del cine una película se programa con anticipación por seis días consecutivos (...) Cada actor fue cuidadosamente elegido para que su físico correspondiera exactamente al personaje histórico que debía encarnar (...) El público está seguro de asistir a una obra completamente terminada y a un documento histórico de la mayor importancia...”.
Las frases fueron publicadas en este mismo diario un 19 de noviembre de 1925, solo seis días antes del estreno —en cuatro salas de Santiago— de “El Húsar de la muerte”. El quinto largometraje de Pedro Sienna ya tenía aspecto de gran evento antes del estreno mismo y antes de fin de año había superado las 100 mil personas.
Claro, todo lo anterior sería letra muerta si la película (al contrario de lo que sucedió con los otros trabajos de Sienna) no hubiera sobrevivido casi por milagro a los avatares que liquidaron casi al total de los más de 200 filmes chilenos producidos durante los años 20 del siglo XX. De ahí que a 95 años de su estreno —cuando la Cineteca Nacional se apresta a exhibir su extraordinaria restauración de la película en 4K el próximo martes, en un nuevo Día del Patrimonio Audiovisual— la pregunta continúa siendo válida: ¿por qué se salvó esta película y no cualquier otra?
Evidentemente fue una cinta percibida como “importante” prácticamente desde su debut, pero del guerrillero ya se había intentado una película para el centenario de la república y de ese esfuerzo no quedan más que unos pocos minutos de material proyectable. Algo parecido ocurre cuando se recuerda su éxito comercial: en esos años hubo otras cintas con impacto similar, y de ellas solo quedan las notas de prensa. ¿Entonces? Entonces no queda otra que mirar la propia película y encontrarse con Rodríguez a todo galope. Saltando una tapia. Enfrentado a espadazos. Sirviéndose mistela. Dejando una nota firmada a sus enemigos. Cabalgando con su montonera. Romanceando a la hija del Marqués... La vida del caudillo Manuel se desliza alada, casi como un suspiro, secuencia tras secuencia. Todo aquel que alguna vez se haya expuesto a su embrujo es capaz de percibir el fervor de esa vorágine, lo extraordinariamente cinematográfico del personaje, el alborozo que causa su presencia en pantalla y la energía que liberan sus correrías. Es lo que experimentaron de primera mano el documentalista Sergio Bravo y su equipo de la Universidad de Chile quienes, allá por 1962, realizaron la primera restauración del material, que contó con la complicidad y los recuerdos del propio director. Lo que tenían por delante distaba mucho de ser una reliquia estática y teatral; porque, antes que todo, “El Húsar” es un filme de aventuras. Un espectáculo repleto de cabalgatas, arrebatos y cañonazos, por el que Rodríguez —interpretado por un eléctrico Sienna— circula casi como un poseído, desplegando una energía e ingenio diabólicos. Se ha ido casi un siglo y nuestro cine aún no es capaz de recrear otra vez el vértigo de ese personaje que camina indolente por el borde del abismo, contagiando de esa pasión y de ese arrojo a cuantos tenga cerca suyo, en especial a quien se revela como el verdadero héroe de la historia: el Huacho Pelao, un chiquillo sin raíz ni domicilio conocido, que parte la película jugando a los soldaditos para después cabalgar junto a Manuel y asistirlo cual escudero y compañero de armas. Rodríguez bien puede ser la figura excepcional, fecunda en ardides y evidente candidata a, algún día, convertirse en estatua; el Huacho, por el contrario, abraza su condición anónima, listo —como tantos otros habitantes de estos lares— para cargar sobre sus hombros el peso de una historia que rara vez ha reclamado para sí. La restauración emprendida por la Cineteca acaso lo deja más en evidencia que nunca: ahora sí que son visibles esas lomas, caminos y agrestes pedregales, las descascaradas paredes de las casonas de adobe, la durísima luz del sol, y la vivaz mirada de Sienna, que atrapa pasado, presente y futuro de un país que comienza a mirarse, por fin, en la pantalla.
El Húsar de la muerte
Dirigida, escrita y protagonizada por Pedro Sienna.
Chile, 1925, 61 minutos.
Martes 27 de octubre, a las 19 horas, en Cineteca Nacional Online.
DRAMA HISTÓRICO / AVENTURA