En el plebiscito hay un horario de votación exclusivo para los adultos mayores, desde las 14.00 a las 17.00. Esto no quiere decir que no pueda asistir en otros horarios, pero en esas tres horas la atención estará concentrada en las necesidades de gente de 60 años y más, que por razones naturales tienden a la reflexión y a la cámara lenta. Así que no descarte que podrían ir el papá con su hija o la mamá con su hijo.
Entonces usted, que se siente joven, imagine lo siguiente: queda incrustado en una fila interminable, a unos se les pierde el lápiz, otros se confunden de voto, lo doblaron mal y no le achuntan a la ranura, la terrible demora, el arrastrar de patas y no hay quién respete la distancia. ¿Riesgo de contagio? Muy alto.
Llegan los de la tele y la reportera reportea: “Estamos viendo una fila de abuelitos y abuelitas, que esperan su turno para ejercer su derecho”. Y entonces los empieza a entrevistar. Ese es el horror.
Una señora se saca la mascarilla, pero se le descorre el rímel, una pestaña y se pasa a llevar los anteojos, que se le caen y rompen. No trajo otros de repuesto y se los pide prestados. ¿Se va a arriesgar?
¿Por dónde sale el jaboncito o ya se acabó?, un señor pregunta. ¡Me salió demasiado, se me mojó el voto! ¡No hay más gel en la máquina! ¡Ahora se me mojaron las colillas de las estampillas!
A un caballero, precisamente, no le funcionó el lápiz Bic, venía seco y no marca, así que salió de la cámara secreta y quiere otro; se lo dan, es de punta fina. Quiere de punta gruesa, está acostumbrado. No hay, pero insiste. No hay, pero más se enoja y más exige. No hay, y ahora el caballero grita: “¡Usted no sabe con quién está hablando!”.
En realidad todos lo saben: es la historia de un viejo que quiere votar.
Piense otra cosa, si aún no está convencido: entre las 14.00 y las 17.00 pega el calor o la calor, depende de qué zona del mundo sea usted, y entonces lo dirá de una forma o de la otra.
Así que huya del horario exclusivo, prefiera ir temprano, como ha sido siempre, por favor, desprecie el terno y la cortaba. Vaya cómodo, relajado y deportivamente. Mejor en modo situación de calle, pero ni por nada del mundo de traje y elegante.
No se convierta en la presa que busca la televisión, porque al reportero ya le dieron la orden y fue con palabras crudas y brutales, que es como se dicen las cosas: “Al primer veterano bien vestido le hacís la nota. Lo ideal es que sea de corbata y chaqueta ¿y por qué no llevái una corbata en el bolsillo? Y se la ofrecís, si no lleva, hasta se la podís regalar, porque esa es la misión: el abuelito bien vestido en la celebración democrática. No te quiero pautear, pero es lo clásico: ¿desde cuándo vota, por qué viene elegante, en cuántas votaciones ha participado y se siente orgulloso? Con eso tenemos, igual se emociona y se lanza un discurso semipatriótico. Si no se entiende da lo mismo, la cosa es que sea corto. A esa edad nadie le va pedir coherencia”.
Esa es la historia del viejo elegante y la fiesta para la democracia.