El llamado de la actualidad es tentador. Sólo el bochornoso papelón de Blanco y Negro en el triste paso de Colo Colo por Brasil y su infectado retorno da para más de una columna de opinión. Y la actuación de la ANFP en el mismo asunto puede ser el argumento de un cuento. Todo muy vergonzoso. (Y podría serlo aún más si la concesionara alba consigue que el club salga del incidente sin castigo en puntos).
Pero no hay que caer en la tentación, pues ya se ha dicho mucho y se dirá más en los días que vienen sobre este asunto.
En cambio, es más valioso decir que la semana pasada fue dolorosa por la muerte de un gran aficionado, un gran investigador y, sobre todo, una gran persona.
A Eduardo Wright Infiesta lo conocí hace algunos años en una reunión en la sede de la ANFA. Eso de “hace algunos años” no me lo habría perdonado Wright, amigo de la más exacta de las precisiones… Él diría el año, el mes y el día. Y la hora, por supuesto.
Pude apreciar esa precisión en todos los documentos que adjuntó a sus investigaciones que realizó para que hiciéramos la actualización de “La Historia de los Campeones” o de “La Roja de Todos”, a lo que me animaba constantemente en nuestras reuniones en la cafetería de la Biblioteca de Santiago, ahí en Matucana. Entusiasta y buena persona, llegaba hasta allí desde la comuna Pedro Aguirre Cerda, mientras que a mí me significaba una caminata de tres o cuatro cuadras, desde las instalaciones de la radio Cooperativa.
No fue posible completar ningún proyecto porque siempre quedaba pendiente algún dato. El nombre de pila de un jugador, el público exacto de un partido, el carácter de oficial o amistoso de otro. Y luego la búsqueda que se hacía eterna, labor a ratos angustiante que conocen bien los investigadores, como también conocen el éxtasis de un dato encontrado tras una búsqueda de años en archivos del país o internacionales.
Apasionado por los números y la exactitud, Eduardo Wright era un buen coleccionista. Llegó a guardar todos los números de todas las revistas publicadas por “El Mercurio”. Hasta que le sucedió lo que a tantos coleccionistas: no cabían en la casa y debió desprenderse de ellas. Un gran dolor.
Coleccionaba datos de todas las divisiones del fútbol chileno. Y no sólo eso: iba a las canchas del amateurismo y era espectador habitual de partidos ignorados por la gran mayoría. Impresionante su orden y sentido estético: no hacía simplemente copias de los informes de los partidos, sino que eran copias a todo color. Cómo deben haber sido sus informes para la Isapre en la que trabajó hasta jubilar. Lo sabía todo sobre el sistema de salud privado y me contó mucho…
Su nombre resulta más familiar en el boxeo, porque en el ring tuvo un protagonismo que no le dio el fútbol: fue árbitro. ¿Lo ubica bien ahora? Un buen árbitro. Y más tarde fue dirigente: director de la sección profesional y tesorero (alguna vez que estén a buen recaudo las platas del deporte) de la Federación, aunque su papel más relevante fue el de investigador e informador del dramático caso de la muerte del boxeador David Ellis, en diciembre de 1991.
En aquel drama todos intentaron lavarse las manos. Pero no lo haría el investigador, que escribió: “Fue responsabilidad de todos nosotros. Ellis falleció porque fuimos irresponsables”.
Ese fue Eduardo Wright. ¿Y yo iba a escribir de Mosa, Milad y compañía?