Todo vendrá aceleradamente. Y de manera inevitable. En algún momento creímos imposible que la pelota volviera a rodar en nuestras canchas. O que comenzara la Libertadores. Y aquí estamos, con un torneo que avanza y una semana para el optimismo en el plano internacional, con seis puntos que afianzan la chance de la UC y ColoColo de estar en las fases finales. Los protocolos se cumplen, nos adaptamos a los cambios, nos convencemos de que hay cosas que no cambian (la hegemonía de los cruzados, por ejemplo) y otras que evolucionan, como la situación institucional de la U, que debería resolverse esta semana sin que aún sepamos quien quiere comprar el club.
Por eso debemos hacernos a la idea de que las clasificatorias comenzarán el ocho de octubre, a las 19, 45, en el Estadio Centenario de Montevideo. Y que ese fin de semana habrá una fecha completa de la Primera División, en que los clubes tendrán que ceder los jugadores a Rueda sin chistar, suponemos; porque los tiempos son escasos y hay que aprovecharlos. Luego nos visitará Colombia y así, casi sin darnos cuenta, ya estaremos en el camino a Qatar. Y ahí no se aceptarán más pruebas ni declamaciones inútiles.
El discurso del “recambio” se adaptará al de “los mejores”, y los líderes de la Roja tendrán que validar, esta vez en cancha, el compromiso con la gente y la historia que enarbolaron en noviembre pasado, cuando decidieron no viajar a Lima para solidarizarse con las demandas sociales. Esta vez, y como ocurre siempre en la historia, cuando los puntos sean de verdad y la opción de llegar a un Mundial esté en juego, habrá que pedirle a este grupo de ganadores un último y postrero esfuerzo para saldar la deuda dolorosa de Rusia 2018, en donde no estuvimos por culpas exclusivamente propias. Este plantel sabe, porque ha estado en la gran competencia, que el favor de la gente cambia como el viento, y querrá tener en este último capítulo un broche que esté a la altura.
Ya no hay dudas, ni dilaciones ni postergaciones. Habrá algunos que llegarán con menos fútbol que otros y, seguramente, se apelará al conocimiento de un grupo que lleva más de una década codeándose con el éxito. Reinaldo Rueda tendrá que desempolvar sus dotes de motivador, ponerse el overol del “resultadismo” y tratar de exprimir las mejores virtudes de un plantel que ya no corre como antes -porque no podría- pero que tiene más experiencia y cicatrices en el cuerpo.
La hora ha llegado y es inevitable. Disipada la incógnita, ya lo sabemos. Faltan 17 días para saltar a la cancha del Centenario y comenzar a escribir otra historia. Un impredecible paréntesis se cierra para comenzar un camino largo y tortuoso. No podemos decir que llegamos preparados, ni optimistas, ni siquiera ansiosos. Simplemente hemos llegado.