Cómo ser famosa, segunda novela de la inglesa Caitlin Moran (1975), pertenece a una categoría de libro que no admite términos medios: o uno lo detesta o bien le encanta. Desde hace unos años, Moran se ha convertido en la femme terrible de las letras que se publican en el Reino Unido: vociferante, siempre en primer plano, belicosa, presuntamente rebelde, deslenguada, sediciosa, precursora de un nuevo feminismo, al que ella misma llama “feminismo punk”, guerrillera por las causas más estrafalarias, agresiva en cualquier parte que aparezca, sobre todo en los medios audiovisuales o virtuales, Moran es una figura que hay que tener en cuenta (de lo contrario, según sus propias palabras, es capaz de descerrajar su ametralladora en contra de quien se atreva a oponérsele).
Cómo ser famosa es la segunda entrega de una trilogía que comenzó con
Cómo ser mujer. Johanna Morrigan, la protagonista, ya es casi adulta —es solo un modo de decir—, y, con 19 años, siente que tiene el mundo bajo sus pies. Esto significa, huelga decirlo, el mundillo musical, el pop, las nuevas bandas sonoras que emergieron en los años 90, los y las artistas que “triunfan” en ese estruendoso ambiente, las revistas y periódicos que cubren recitales, en fin, todo lo que tenga que ver con sexo, drogas y rock and roll hace un par de décadas.
Con respecto a lo primero, Johanna tiene una experiencia que podríamos llamar enciclopédica. Pese a su corta edad, nada hay que no haya practicado y, según el credo de Moran o el de su heroína, ya es el turno de que las mujeres tomen la iniciativa en todo, en absolutamente todo. Desde luego, hoy por hoy, nada resulta inusual, si bien masturbarse con alcachofas, acostarse con el mejor amigo de la pareja para incrementar la amistad, ser filmada haciendo un video porno o llevar a cabo actividades francamente exóticas, puede ser, por decirlo de modo suave, agotador. En relación con las drogas, todos fuman marihuana, consumen cocaína, heroína, opio, anfetaminas y, muy en especial, alcaloides de diseño. En cuanto al rock, Johanna está profundamente enamorada del compositor y cantante John Kite (lo que, ya lo señalamos, no es impedimento para su frenesí erótico). Las mejores páginas de
Cómo ser famosa corresponden a las extensas y líricas declamaciones de John sobre la génesis de su música, sobre la inmortalidad que se logra con una balada exitosa —inmortalidad relativa, claro está, ya que nadie o casi nadie recuerda temas pasados de moda—. En verdad, todo ese barullo carece de relevancia, ya que, aparte de mencionarse a Madonna, Michael Jackson o Kurt Cobain, el resto de los intérpretes son, con suerte, conocidos en su casa a la hora del desayuno.
Suzanne, íntima de Johanna, compite por el rol estelar de
Cómo ser famosa. De familia acaudalada, al contrario de Johanna, que es de clase obrera, Suzanne es la solista del grupo femenino The Branks, es irreverente hasta decir basta, muy imaginativa y la más calificada consejera de Johanna en asuntos carnales. Aquí hay un elemento que, por más requetesabido que sea, se tiende a olvidar: mientras los hombres nos jactamos de proezas en la cama hasta, digamos, el fin de la infancia, las mujeres, o algunas mujeres, se cuentan todo, absolutamente todo. Por cierto, las conversaciones entre Johanna y Suzanne no versan solo acerca de aquello (de lo contrario,
Cómo ser famosa, sería insoportable), aun cuando, el centro de sus preocupaciones se halla en los varones y, en concreto, en esa parte que nos hace diferentes de las damas.
En realidad,
Cómo ser famosa, puede ser un texto entretenido, divertido, demoledor de prejuicios, muy iconoclasta y, como sucede siempre, el lector tiene la última palabra, vale decir, lo compra o sigue de largo. Con todo, Moran tal vez está segura, segurísima, de creer que va a armar descomunales bataholas, escandalizar, molestar, irritar o producir infartos en mentes, digamos, conservadoras, incluso liberales. El problema, y esto se ha manifestado hasta la saciedad, es que, en el presente, es radical y completamente imposible perturbar a nadie mediante descripciones que sí podrían ser chocantes, si bien nadie tiene la obligación de seguir páginas, digamos, más bien indecentes. En el caso de
Cómo ser famosa, si bien nadie se desmaya, preciso es reconocer que a Moran se le pasa la mano.
En el fondo,
Cómo ser famosa concluye siendo un inocente himno a la depravación y los hábitos poco convencionales y culmina en un extático homenaje a la cocaína, la morfina, las metanfetaminas, el opio y todos sus derivados.