El relajamiento de los confinamientos a nivel global, el aumento de la movilidad resultante y las agresivas medidas de apoyo de los bancos centrales, gobiernos y autoridades regulatorias han impulsado una recuperación mayor de lo estimado. Como resultado, las proyecciones de caídas del PIB mundial de este año se han moderado. Así, la OCDE revisó la caída proyectada en el PIB mundial de este año de 6% en su informe de junio, a una de 4,5% en su informe de esta semana. Lo mismo han hecho la FED y el BCE en sus proyecciones de caída del PIB para Estados Unidos y la Zona Euro, respectivamente. La FED revisó la caída estimada de 6,5% en junio a una de 3,7% esta semana y el BCE la revisó algo menos, de una caída de 8,7% en junio a una de 8,0% en su revisión de la semana pasada.
La recuperación ha surgido a partir de niveles de producto muy bajos. Así, con la excepción de China, los PIB de la mayoría de los países siguen aún en niveles bastante por debajo de los precovid. Además, como resultado de las cicatrices de la crisis, la recuperación sigue siendo muy frágil y dispareja entre sectores productivos, entre grupos de la sociedad y entre regiones del mundo, y enfrenta una alta incertidumbre. Mientras no tengamos una vacuna efectiva y de uso masivo va a seguir la incertidumbre sobre nuevas olas de rebrote y, por lo tanto, el mundo tiene que aprender a convivir con el virus y a gestionar los nuevos rebrotes sin tener que recurrir a costosos confinamientos generalizados.
Además, en la mayoría de los países las tasas de empleo siguen muy por debajo de sus niveles precrisis. Los grupos más afectados han sido las mujeres y los jóvenes con bajos niveles de educación. Ambos sufren las consecuencias de una recuperación muy lenta y frágil de los servicios con alto contacto personal. Por regiones, la más golpeada ha sido América Latina, donde con excepción de Chile y Perú, la mayoría de los países no tenían la solvencia fiscal ni la credibilidad de sus bancos centrales para introducir agresivas políticas fiscales y monetarias de apoyo a los hogares y empresas.
De otra parte, los más recientes indicadores anticipados de actividad y de Big Data muestran que la recuperación de los países avanzados ha estado perdiendo fuerza. Adicionalmente, la continuidad de la recuperación global enfrenta una serie de riesgos negativos, entre ellos: (1) una agudización del rebrote del covid-19 en los países avanzados; (2) un escalamiento pronunciado del conflicto entre Estados Unidos y China; (3) un proceso eleccionario conflictivo en Estados Unidos; (4) un Brexit sin acuerdo; y (5) un problema mayor en el sector financiero en países emergentes o avanzados que resulte en un aumento brusco de la aversión al riesgo.
Chile: ¿Dónde estamos y hacia dónde vamos?
Después de tocar fondo en mayo, la economía chilena ha comenzado a recuperarse lentamente, impulsada por el progreso en la contención de la pandemia, los agresivos estímulos económicos y el mejor precio del cobre. Sin embargo, el nivel del Imacec ajustado de julio está todavía 12,1% por debajo de su valor de diciembre del año pasado. Con respecto al empleo, según los datos del INE, se perdieron 1,83 millones de empleos en el trimestre terminado en julio y en el mismo período se retiraron de la fuerza de trabajo 1,5 millones de personas. De otra parte, la encuesta de la UC de agosto revela que ese mes, por primera vez desde el inicio de la pandemia, aumentó la creación neta de empleos.
La reducción gradual de las cuarentenas, el retiro del 10% de los fondos de pensiones, el programa de apoyo a la clase media, el mejor precio del cobre, las favorables condiciones financieras externas y las agresivas medidas monetarias y fiscales van a seguir impulsando la recuperación.
Con el mayor dinamismo de la actividad, la creación neta de empleos va a seguir aumentando, pero, en paralelo, parte de los inactivos volverán al mercado laboral, con lo que la fuerza de trabajo va a aumentar significativamente, lo que resultaría en un aumento pronunciado de la tasa de desempleo. De otra parte, la pandemia está dejando huellas más duraderas en el mercado laboral, como la expansión de la digitalización y del comercio en línea y la contracción de los sectores con alto contacto personal, y muy intensivos en trabajo, que derivarán en pérdidas de empleos permanentes.
Esto aumenta la urgencia de avanzar en programas que apoyen a empresas viables, que se han visto debilitadas por la pandemia, como también en programas que promuevan la creación y el mantenimiento de los empleos. Entre estos crear un subsidio a la mantención y creación de empleos, fortalecer los programas de empleo joven y bono al trabajo de la mujer, los empleos de emergencia, la creación de empresas en sectores favorecidos por la pandemia, agilizar los procesos de quiebra y de reestructuración de empresas y la capacitación de los trabajadores.
Sin embargo, la recuperación enfrenta, más allá de los riesgos externos, una serie de riesgos internos: (1) debilidades en el respeto de los protocolos de salud que resulten en una segunda ola de contagios; (2) falta de acuerdos al interior del sistema político que impida avanzar con la urgencia que se requiere en programas de apoyo a la recuperación de la actividad y del mercado laboral; (3) la aparición de más iniciativas legislativas que sigan deteriorando la solvencia fiscal de mediano plazo; (4) el regreso de la violencia, lo que aumentaría la incertidumbre y frenaría la recuperación de la inversión; y (5) un proceso constitucional que podría generar incertidumbre sobre el marco institucional futuro.
Con este cuadro podemos concluir que aunque la recuperación de la actividad se ha iniciado, su continuidad enfrenta importantes riesgos externos e internos y el mercado laboral seguirá debilitado por bastante tiempo. Lo que se requiere ahora es la cooperación de todos los sectores para reducir los riesgos que dependen de nosotros y así apuntalar la recuperación de los empleos y de los ingresos, especialmente del 50% más pobre de la población.