Me cuesta admitir mis errores. Pero no es mi culpa.
Además, uno siempre puede tener a mano una cita de algún pensador famoso que ayude a superar la humillación de errar. Me alivia una de Keynes, que volví a leer esta semana. Dice: “Cuando los hechos cambian, yo cambio de parecer”.
Pues bien. Creo que tenemos que cambiar de opinión sobre algo: hay que eliminar el plebiscito del 25 de octubre. ¿La razón? La misma que obligó a no hacer el plebiscito el 26 de abril: la pandemia.
El 26 de abril pasado, en Chile había poco más de seis mil casos activos de covid-19 en el país. El viernes 11 de septiembre había más de 15 mil. Es imposible que de aquí al 25 de octubre bajen los casos al nivel que tuvo en cuenta el Colegio Médico cuando recomendó no hacer por primera vez la elección.
Por eso, si insistimos en realizar el plebiscito cometeremos más errores. Fíjense.
—Haremos un plebiscito sin igualdad, porque los jóvenes, los temerarios y los suicidas tendrán ventaja por sobre los viejos, los cautos y los aferrados a la vida.
—Haremos un plebiscito sin campaña real, donde los que no tengan buen internet no podrán acceder a los contenidos de propaganda, que será más bien digital.
—Haremos un plebiscito inseguro. ¿Habrá suficiente ventilación en los locales de votación, distancia personal e higiene garantizada? Sobre todo, porque será obligatorio sacarse la mascarilla para mostrar la cara y evitar suplantaciones.
—Haremos un plebiscito innecesario. Miren la pregunta: “¿Quiere usted una nueva Constitución?”. Ante eso uno debe responder “Apruebo” o “Rechazo” (pudo ser “quiero” y “no quiero”; o “sí” y “no”). Pues bien, el viernes, el Presidente Piñera dijo lo siguiente en La Moneda: “Estamos convencidos de que la inmensa mayoría de los chilenos queremos perfeccionar, modernizar o cambiar nuestra Constitución, para que ella sea ese gran marco de unidad, estabilidad y proyección que los países necesitamos para resolver nuestras diferencias y recorrer los caminos del futuro”. No sé ustedes, pero a mí esa frase me suena más a favor del Apruebo que del Rechazo. Suena más a “Nueva Constitución” que a “Misma Constitución”.
Es que si lo pensamos así, semánticamente, en realidad este plebiscito ya se hizo, ya fue. Ocurrió el 15 de noviembre de 2019, el día en que se firmó el “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución”. ¿Qué sentido tiene preguntar ahora a los chilenos si quieren o no una nueva Constitución si ya se firmó un acuerdo “por-la-Nueva-Constitución”. Redundante.
¿Para qué jugar un partido desigual, trunco, inseguro, cuando el resultado (cambiar la Constitución) ya se conoce?
Fue un error fijar un “plebiscito de entrada” para el proceso constituyente. Pero ahora, que con la pandemia “cambiaron los hechos”, como decía Keynes, estamos autorizados a cambiar de opinión, sin vergüenza (no sinvergüenzas, ustedes me entienden).
Solo habrá que pedir generosidad a los partidarios del Rechazo, quienes tendrían que aceptar regalarle el triunfo al Apruebo. Y los del Apruebo debieran pensar que “a caballo regalado no se le miran los dientes”. Solo tienen que mirar si está herrado, es decir, si tiene puestas la herraduras, que son las que evitan que resbale y caiga.
Herrar es humano, porque es el antídoto de los hombres sabios contra los costalazos del caballo. Errar también es humano. Lo importante es corregir a tiempo. Y ahora es cuando.