El 19 de abril de 1913, el auto que transportaba a los dos hijos de Isadora Duncan sufrió un accidente y cayó al río Sena. Deirdre y Patrick, de 6 y 4 años, murieron ahogados. Mientras eso ocurría, Isadora Duncan protagonizaba un espectáculo de danza en Kiev y, según sus propios recuerdos, en un momento se sintió impelida a pedir a la orquesta que tocara el Estudio Opus 2 N° 1 del compositor ruso Aleksandr Scriabin, con el que imaginó la despedida de una madre a un hijo muerto. Diez años más tarde, la gran bailarina escribió “Mother”, una danza unipersonal con esa música.
Esta película está divida en tres segmentos vinculados débilmente entre sí. En el primero, la joven bailarina Agathe (Agathe Bonitzer) recuerda la tragedia de Duncan a partir de fragmentos de su autobiografía, Mi vida, que lee mientras empieza a interesarse por reproducir esa obra difícil. Agatha busca el registro de danza y va desarrollando los movimientos lentamente. La danza va naciendo en la pantalla.
Una mirada de Agathe en un parque conduce al segundo segmento, donde una coreógrafa (Marika Rizzi) dirige a una niña con síndrome de Down (Manon Carpentier) en el montaje del complejo solo de “Mother”. La niña estrenará la obra ante el público del centro cultural Carré Magique, lo que, según dice, aumenta su seguridad.
Este segmento culmina con el estreno de la obra, que la película omite completamente. Solo podemos ver las caras del público. Somos espectadores de los espectadores (algo como la notable Shirin, de Abbas Kiarostami), a una de las cuales (Elsa Wolliaston, una exbailarina estadounidense) sigue la cámara hasta el final del metraje.
Las cuatro mujeres (no hay hombres protagonistas) hacen esfuerzos diferentes por entender “Mother” y meterse bajo lo que quiere significar esa atormentada pieza de música y danza. Los hijos de Isadora examina ese proceso con paciencia, adecuándose al ritmo de sus personajes, de la manera lenta con que se internaliza toda la desolación de su autora.
El cineasta francés Daniel Manivel, exbailarín y director de otros tres largometrajes, dirige con extrema precisión, buscando “el gesto” y aquellos instantes donde las intérpretes se encuentran con la obra. Todo su esfuerzo se concentra en los encuadres, que tienden a cerrar y concentrar el espacio. El efecto es el de un viaje al interior, elaborado y exacto. El Festival de Locarno le dio el premio al mejor director, lo que no es poco tratándose de un torneo con fuerte inclinación autoral. Manivel es un cineasta ambicioso, aunque Los hijos de Isadora parezca sugerir lo contrario.
Les Enfants D'IsadoraDirección: Daniel Manivel.
Con: Agathe Bonitzer, Manon Carpentier, Marika Rizzi, Elsa Wolliaston.
84 minutos.
En MUBI