Lo mejor del Superclásico es que se jugó, y sin problemas. Lo que no es poco para lo que hemos vivido. Eso amortigua los efectos de un juego insípido que no logró espantar los fantasmas de dos equipos que están, por ahora, muy lejos del protagonismo que se les exige.
Que la figura casi unánime haya sido Esteban Paredes a sus 40 años —seguido por Walter Montillo con 36— desnuda una realidad dolorosa para el fútbol chileno. Colo Colo no tuvo sub 21 en la cancha, y eso que Gualberto Jara viene de dirigir a las series menores, pero se conformó pronto con una paridad que le aseguraba la hegemonía, pero lo dejaba peligrosamente abajo en la tabla. Durante la semana se especuló insistentemente con un cambio de nombres y de esquema, pero Jara fue consecuente con su propuesta, por más que Valencia haya demostrado que no puede ser el armador del equipo y que su situación personal —sobre la cual el club ha eludido un pronunciamiento— lo deja en una posición frágil para exigir liderazgo.
La suerte de la U la pudo haber definido Larrivey con una opción inmejorable, pero dejó pasar su chance de haber entrado en la historia azul como el destructor del maleficio con una definición tan pobre como la reacción de Cortés en el gol de Espinoza. El equipo de Caputto trató de nivelar apelando a cierta rudeza, donde Carrasco y Beausejour caminaron por la cornisa debido a su exceso de ímpetu.
Lo que quedó en evidencia en la cancha del Nacional fue la falta de protagonismo de dos actores principales de nuestro fútbol, entregados a una estrategia conservadora y tímida, carente de sorpresas y sometida al ritmo de individualidades que hace rato superaron los treinta. El juego, previsiblemente, pasa por la larga inactividad y los cuidados ante las lesiones, pero la dinámica y los quiebres de línea están muy por debajo de lo medianamente recomendable para un espectáculo profesional.
Para los albos el panorama es preocupante, porque la dependencia de los veteranos tendrá su momento de tensión cuando se vengan encima los partidos de Copa Libertadores, que exigirán además desplazamientos internacionales cargados de protocolos y desgaste, lo que hará más tensa su posición en la tabla, una realidad que no admite distracciones, porque los conflictos internos hacen poco viable la cohesión irrestricta del grupo para salir de la crisis.
Para la U, la opción de romper la racha pasó sin mucho dramatismo, y si los empates se suceden, podrían pesar como en la temporada anterior, con el agravante de que este año hay promedio. En suma, poco para alegrarse en este domingo de primavera con clásico, salvo, claro, el que se haya jugado. Y sin problemas.