Volvió en su mejor forma, lo que no es poco. Cayó el líder Universidad Católica en un partido dramático, en el que los arqueros fueron determinantes. El “Mago” Jiménez se despachó con un golazo de último minuto para desnudar el planteamiento rústico y conservador de la Universidad de Chile. Mauricio Pinilla perdió un penal en la agonía, mientras que el cuadro más damnificado por los protocolos fue hasta Rancagua para llevarse tres puntos.
¿Y el golazo de Paredes que no sirvió ni siquiera para maquillar los problemas de Colo Colo? Son demasiadas las emociones o, quizás, excesiva el avidez con la que esperábamos el retorno después de la larga abstinencia. Todo pareció preciso y vibrante, incluso la actuación de los árbitros, que a diferencia de lo que recordábamos, no cometieron errores lesivos ni recurrieron majaderamente al VAR. No hubo graves lesiones musculares que lamentar y pareció que todos llegaron al reestreno en saludable condición física.
Los hinchas se manifestaron donde debían y esta vez el recurso de las redes sociales, las imágenes del tablón virtual o el reclamo a los vientos pareció justificarse más que nunca. Hay estudios que demuestran que jugar sin público resta chances objetivas al local, lo que se ratificó en los resultados: las visitas sacaron la mejor cosecha. Igualmente quedó plasmada la reacción de los hinchas de la UC ante la pálida expresión colectiva del equipo, los de la U con el triunfo que dejaron escapar de manera increíble (y que hizo reaparecer los fantasmas del año pasado) o los de Colo Colo, que ya no tiene margen para encontrar un estilo de juego.
El tiempo de pandemia se notó en el festejo de Cris Martínez, rindiendo tributo a Chadwick Boseman (el recientemente fallecido Pantera Negra, el primer héroe de raza negra) o gritando un meme sobre Huachipato, demostrando que el encierro sirvió para algo más que rebotar el balón contra el muro del departamento. Por más que se diga que los cinco meses de inactividad harían perder sensibilidad con el balón, no hubo violencia desmedida ni expulsiones groseras, y los efectos utilizados para las transmisiones televisivas amortiguaron eficientemente la ausencia de gritos desde las tribunas.
Ya está dicho, pero no está de más repetirlo: se comprobó que podemos vivir sin fútbol, pero que la vida no parece completa. El homenaje de los clubes a los héroes del sistema de salud, a los fallecidos víctimas del virus, refleja cabalmente que nada será igual ni podemos pretender que así sea, pero que el retorno de los deportes nos permite imaginarnos que el planeta algún día volverá a permitirnos el abrazo, el festejo colectivo, la pasión cercana y multitudinaria.
Volvió como queríamos que volviera y hay que agradecer a todos quienes trabajaron para que así fuera. No era fácil, como tampoco lo será mantener los cuidados necesarios para no generar riesgos. Ya dimos el paso más importante. Ahora podemos pensar en prolongarlo.