Si algo define en el fútbol la improvisación, la falta de preparación o carencia de criterio es el término “apichangado”. No se trata de discriminar a quienes encarnan esta condición. Simplemente responde a decir que son personas con escasa idoneidad para asumir una responsabilidad para la que no estaban capacitados.
La reciente elección de la ANFP graficó de manera dramática que la testera del fútbol la disputaban dos dirigentes que no ofrecían luces ni trayectoria para afrontar una empresa gigantesca como la conducción del fútbol profesional. Ganó Pablo Milad a Lorenzo Antillo, quien encabezaba la lista de los representantes argentinos y un par de especuladores entronizados en clubes de regiones.
Milad asomaba como el mal menor, con la presencia de Felipe Muñoz como su principal promotor, cabeza visible de Factor One, el
factoring que tuvo de rodillas al grueso de los clubes chicos. En esta lista concurrieron los clubes grandes con el fin de sostener la actividad.
Las dudas sobre el desempeño de Milad y su directorio asomaron de inmediato. La primera tarea es el retorno del fútbol en un escenario de alta complejidad por el covid-19, pero también por la inestabilidad organizativa instalada desde el estallido social de octubre pasado. El fútbol no da confianza porque en su accionar de este último año y medio casi siempre se equivocó.
Es normal que cualquier directorio nomine en los cargos ejecutivos a gente de su corral. Sin embargo, existen momentos para hacerlo: al llegar o cuando se cumple una etapa (final de temporada), más aún después de este receso.
Por eso, el descabezamiento de buena parte de la plana ejecutiva de la ANFP, un día antes del regreso de los campeonatos de Primera División y Primera B es al menos sorprendente. Echar al presidente de la Comisión de Arbitraje, Enrique Osses, justo cuando vuelve el campeonato, sin disponer de los cuatro mejores jueces porque están designados para la Copa Libertadores, con el clásico entre Colo Colo y Universidad de Chile a una semana de disputarse, con modificaciones en la estructura del VAR y cambios reglamentarios impuestos por la FIFA y la International Board es una irresponsabilidad.
Esta determinación vuelve a poner en la palestra la necesidad de separar la Federación de la ANFP. El trabajo del cuerpo arbitral no debe estar sujeto a los vaivenes dirigenciales, porque es una función técnica clave, que requiere preparación e independencia.
Lo mismo ocurre con la salida del gerente de comunicaciones Leopoldo Iturra, quien trabajó junto a la comisión médica para la reanudación de los torneos. En la jornada más extravagante y compleja que recuerde la cobertura del fútbol profesional chileno, con muchas preguntas que requerirán respuestas inmediatas, Pablo Milad y su directorio desprecian un área de enorme sensibilidad.
O lo hacían en la semana en que llegaron o después de que la máquina comenzara a funcionar. Mal rodeado, con un secretario general que no dio el ancho como presidente de Rangers, Jorge Yunge, y un tesorero, Arturo Guzmán, quien no entiende que por su gigantismo y exposición, la ANFP no es el Comité Olímpico o el Plan ADO, en los que fue gerente general, el futuro es inquietante.