¿Necesita Estados Unidos un abuelo o un Presidente? Eso preguntaba un analista después de ver los cuatro días de Convención Demócrata, en la que se catapultó a Joe Biden y Kamala Harris como candidatos para competir con Donald Trump y Mike Pence. Se cuestionaba eso por su edad, pero también porque la mayoría de los testimonios que fueron apareciendo a lo largo de los días hablaban de las muchas cualidades humanas que tiene el aspirante demócrata. Y estas, sin duda, son su fortaleza, pero ¿serán suficientes para ganar en noviembre, desplazar a Trump y hacer un buen gobierno?
La respuesta obvia es que no, pero Biden es mucho más que un hombre bueno, decente, honesto y empático, como repitieron hasta el cansancio innumerables personalidades y gente común, como una ascensorista del New York Times, o el niño tartamudo al que ayudó a superar su problema. Su carrera política así lo indica, y se tenga buena o mala impresión de la administración de Barack Obama, no se puede desconocer que fue un buen vicepresidente, y antes, un senador comprometido con sus electores y capaz de llegar a acuerdos con los opositores.
Todo eso, sin embargo, queda en el pasado, porque Estados Unidos está en una encrucijada difícil, con tres crisis simultáneas —sanitaria, económica y social— que necesitarán habilidades políticas diferentes a las que cualquiera haya mostrado en el pasado. Si Biden es el hombre adecuado para el momento, todavía está por verse.
En la Convención se mostró a un Estados Unidos efervescente, con movimientos sociales activos, con una presencia de las minorías que parece cambiarle el rostro al país. Los protagonistas de los clips fueron los afroamericanos, hispanos, nativos y otros grupos étnicos, además de mujeres de todas las razas. Los hombres blancos escaseaban. El objetivo era mostrar la diversidad del partido, donde todos los grupos sociales y generacionales tienen cabida y sus voces se escuchan. En este momento particular de Estados Unidos, cuando la lucha por la justicia racial y contra la discriminación es punto clave de la política, es evidente que el show televisivo no quería reflejar la demografía (los blancos son el 66,7 por ciento del electorado), sino darles relevancia a quienes se sienten marginados.
Lo central, creo, era apelar a la emoción, ojalá sacar lágrimas. Pero también mandar un mensaje político. Algunos, como Bill Clinton o el mismo Obama, se ajustaron más a las pautas clásicas, y atacaron a Trump con toda la artillería. Porque, al final, de eso se trata, ganarles a los republicanos en lo que se ha visto como un plebiscito sobre Trump. De ahí la importancia de apariciones como las de Colin Powell y de otros conservadores que no quieren que el Presidente sea reelegido.
Hoy en la noche veremos cómo el partido de Trump responde a los demócratas. Hay que esperar golpes duros contra Biden, contra su falta de programa y el supuesto giro al socialismo, sobre la incapacidad de los demócratas para mantener la ley y el orden y, por supuesto, ataques personales, similares a los que recibió Trump durante cuatro días.