Nicolás Poblete (1971) es periodista, profesor universitario, traductor, doctor en Literatura y, sobre todo, escritor. Ha publicado ocho novelas y dos colecciones de cuentos y algo genuinamente extraordinario, una ficción bilingüe: En la isla/Ontheisland, realizada por él mismo. Es probable que Cardumen, Nuestros desechos y No me ignores, sean sus mejores obras, junto a la notable antología Frivolidades. Poblete es difícil de clasificar, catalogar o encasillar, enigmático al momento de analizar su corpus, cien por ciento imposible de definir. Todos sus libros se parecen y todos son distintos. No hay una temática común —a menos que, elementos distintivos tales como la rareza, la excentricidad, la naturaleza estrambótica, puedan considerarse tópicos argumentales— ni tampoco un estilo o una tendencia que liguen a un texto con otro. En verdad, y por más que esto sea aplicable a muchos de sus colegas chilenos contemporáneos, estamos ante un autor inclasificable. Desde luego, se trata de un rasgo positivo, aun cuando a Poblete, en numerosas ocasiones, se le pase la mano en cuanto a lo desusado, lo extraño, lo estrafalario.

Dame pan y llámame perro lleva estas cualidades, o defectos (por ponerlo de manera desfavorable), a un punto de no retorno y si bien es un título valioso, con pasajes logrados, momentos poéticos, episodios inspirados, aventuras exaltadas, resulta un volumen de arduo seguimiento, exigente en extremo, a ratos enrevesado, confuso, muy complejo; por si fuera poco, está concebido en párrafos compactos, sin puntos aparte, con diálogos insertos en medio de una madeja verbal densa, impenetrable, en oportunidades hermética, lo que aumenta cierta impresión de inaccesibilidad, pese a tratarse de un tomo de escasa extensión. En otras palabras, no es apto para lectores que buscan la amenidad, pasarlo bien o simplemente dedicar el tiempo libre para entretenerse sin mayores complicaciones. Muy por el contrario, a Poblete y dicho sin malas intenciones, parecen darle lo mismo cosas como el gusto popular, la velocidad de una trama, el placer por la agilidad, en síntesis, todo aquello que signifique puro y simple esparcimiento.

Resumir Dame pan y llámame perro es una tarea impracticable. Más que una novela, tenemos un collage de múltiples voces que se intercomunican, se contraponen, hablan entre sí sin contestarse, cuentan historias que anteceden o anticipan a otras, insertan anécdotas sobre personas y hechos que hemos olvidado, conversan sin parar acerca de incidentes que forman parte del acervo individual de cada uno de ellos. La protagonista, mejor dicho una o uno de los protagonistas, es Clara y en el instante de arranque de la intriga, la vemos en un carro del metro poco antes de las recientes protestas, en calidad de dirigente del movimiento Rescate Animal Solidario: ahí procura la solidaridad de los pasajeros con el fin de obtener dinero para perros, gatos, mascotas y cuanto animal se encuentre botado o desamparado. Poblete hace gala de una vastedad de recursos que van del monólogo interior al flujo espontáneo de la conciencia, del estilo libre indirecto a formas convencionales de escritura y preciso es reconocer que posee un bagaje impresionante.

El problema de Dame pan y llámame perro es que no hay personajes, sino nombres: Francisca, Ignacio, Amalia, Ulises, Lola, diversas monjas y, claro, cuanto ser viviente a uno se le pueda figurar, tales como insectos, pájaros, cerdos, peces, momias con pelo o algunos de frentón repelentes. Hay incidentes memorables: el tratamiento electro-convulsivo que experimenta la madre de Clara; el lavado de ropa, en especial de las prendas masculinas íntimas; la fabricación de pantalones; las aventuras eróticas de Ignacio, el mino del curso, quien parecería practicar el sadomasoquismo y a la postre se revela como un farsante, incapaz de cursar estudios superiores, sin perjuicio de que se crea un súper-dotado.

Todo lo anterior son meras conjeturas, pues Dame pan y llámame perro conforma un relato de elevada incoherencia, desde luego deliberada, tan ceñido, espeso, tupido, frondoso que, tal como antes lo expresamos, bordea lo inaccesible. Con todo, Poblete se juega entero en él y al hacerlo, consigue fascinar e incluso hipnotizar.