Raúl Figueroa es el ministro de Educación, quien esta semana hizo un ferviente llamado a considerar el regreso a clases de los estudiantes.
Roger Waters fue el líder de la banda Pink Floyd, quien hace unos días fue entrevistado por la diputada comunista Camila Vallejo, donde lanzó insultos contra el actual mandatario chileno.
Waters es además el autor de la canción “The Wall”, que es una especie de himno de crítica a la educación (“We don't need no education, we don't need no thought control”).
La polémica de esta semana fue sobre la reapertura de los colegios. “Si se pueden abrir para votar, se pueden abrir para enseñar”, dijo, más o menos así, el ministro Figueroa.
Luego, el periodista Matías del Río dijo en televisión que estaba muy bien que volviera el fútbol y que volviera la gente a los
malls. Y agregó que se podría también empezar a conversar sobre el regreso de los estudiantes a sus escuelas. Puro sentido común.
Pero al pobre Del Río no le vinieron de a uno. Le cayeron en patota, como si hubiese hecho una propuesta indecente. Como si hubiese ofrecido su cuerpo a cambio de un voto en el Congreso (igual que una diputada); como si hubiese propuesto la prohibición de comprar televisores LCD con el 10% de la AFP.
Lo que más me impactó fue que el presidente del Colegio de Profesores se sumara al linchamiento contra el periodista.
Pero luego, al observar la cuenta en Twitter del dirigente del profesorado, descubrí que esa entidad es de las más activas opositora a la vuelta a clases.
¿Los líderes del Colegio de Profesores serán fans, como Vallejo, de Waters y su teoría “antiescolar”? Debe haber una confusión. ¿Los dirigentes del Colegio de Profesores acaso no han escuchado la canción de Waters, donde dice “oigan, profesores, dejen en paz a los niños”? ¡La canción los critica a ellos!
Roger Waters tiene razones para pensar así. Su padre, militante comunista acérrimo, murió en la guerra cuando él tenía cinco meses de edad. Su madre lo sobreprotegió y tuvo un terrible paso por el colegio. Para refugiarse, construyó un muro imaginario alrededor suyo: “The Wall”.
Tuve en el colegio compañeros como Waters. Se pasaba bien con ellos en las pichangas y en los carretes. Pero pocos los elegían para hacer “trabajos en grupo”.
También estaban los compañeros que eran como el ministro Raúl Figueroa. Eran los mateos, menos diestros con la piscola y con el balón. A veces irritaba su disciplina. Pero a la larga terminaban siendo los más confiables.
En la controversia de esta semana yo banco a Figueroa.
Es que el colegio no tiene que ver con “control del pensamiento”, como rezaba Waters. Ni siquiera se trata solo de conocimiento. La principal función del colegio es enseñar a socializar, a “trabajar en grupo”, para poder vivir razonablemente como parte de una comunidad. Si no volvemos a las escuelas se empezarán a levantar muros imaginarios alrededor nuestro. Nos aislaremos, crecerá la desconfianza hacia los otros y solo veremos nuestra propia realidad, nuestra propia verdad. Será aún más difícil volver a buscar verdades comunes.
Los países con la mejor educación del mundo, como Singapur o Corea del Sur, lo primero que hicieron cuando amainó la pandemia fue reabrir las escuelas.
Volvamos al fútbol, a los
malls y a las elecciones, pero también al colegio. A ver si botamos algunos muros.