Es más que interesante leer los protocolos que el fútbol chileno ha dispuesto para el retorno de las competencias. Elaborados por un grupo de 8 médicos y apoyados por una cincuentena de profesionales de la salud, encabezados por los médicos de la Selección, doctores Fernando Yáñez y Fernando Radice, constituyen una notable colección de manuales para proteger a los protagonistas del espectáculo de los peligros de la pandemia que nos acecha en cada respiración.
Los autores de estos protocolos se han basado en experiencias internacionales y en las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y de las autoridades sanitarias del país. Obviamente, obedecen a la necesidad de prepararse para el retorno de las competencias, que aún no tiene fecha, pero es necesario “contribuir a proteger la salud de todos los involucrados en la disciplina en forma directa o indirecta, desde el jugador al público”.
El exhaustivo trabajo parece no dejar ningún aspecto olvidado o descuidado (aunque nunca se sabe, igual que con las leyes) y merece la consideración y el respeto de toda la comunidad futbolera. Considera desde los cuidados que debe tener toda la población, con el lavado frecuente de las manos, la distancia social y todo lo sabido, hasta aquellos propios de la actividad, como las características de los vestuarios y la masoterapia (que deberá aplicarse con guantes, lo que al profano le cuesta creer que sea posible).
Ahora bien, lo que está por verse es si el mundo del fútbol está en condiciones de seguir las recomendaciones de estos protocolos. Bien sabemos que la disciplina de varios de sus estamentos no es la más rigurosa y que la preparación cultural básica para entender los alcances de las instrucciones no es la más sólida.
El comportamiento en los hoteles, por ejemplo, ha sido el exponente clásico de las mayores dificultades para la contención de los planteles. Y ahora el rigor en la observancia de las conductas será el máximo: una habitación por cada miembro de la delegación visitante es una exigencia que no todos los establecimientos pueden cumplir. No se permitirán visitas de amistades, ni siquiera de familiares y tampoco podrá entrar la prensa para calentar “la previa”. Y no todos los espacios del hotel podrán ser visitados: piscina, gimnasio, spa y otros tradicionalmente “peligrosos”.
En los viajes en bus se deberá usar guantes y mascarilla, no tener contacto con pasajeros ajenos a la delegación y no hacer compras en las paradas del viaje (ni siquiera dulces de Curacaví). Y si es en avión, no acercarse a los mesones de venta de recuerdos ni a los restaurantes.
Hasta aquí, algunos entrenadores y jugadores han declarado el cumplimiento disciplinado de los protocolos en sus clubes. La exigencia, por supuesto, es diferente a la que se producirá en la competencia, la que por definición produce dosis de ansiedad que dificultarán aquel cumplimiento.
Junto con las medidas locales, Chile ha participado en la elaboración de los protocolos de la CONMEBOL, cuyas disposiciones han chocado con las exigencias sanitarias del país.
En fin, los protocolos para el retorno son completos y razonables. ¿Lo serán los protagonistas, a quienes se pretende proteger?