El fútbol súper profesionalizado de hoy es implacable y los resultados mandan. Por eso es que, a pesar de que hace pocas semanas celebraba el Scudetto levantado en andas por sus jugadores, el DT Maurizio Sarri fue despedido de la banca de Juventus tras quedar eliminado de la Champions League. Está claro: para los de Turín, ser campeones de Italia no es medida ni objetivo: es solo una obligación. Europa es la obsesión y si no se es capaz de estar al menos entre los candidatos, un entrenador debe saber que la “Vecchia Signora” le abrirá las puertas de salida.
Lo curioso es que Juventus designara tan pronto al reemplazante de Sarri. Y que el elegido no fuera un DT de experiencia y de logros por mostrar (se hablaba de que Zinedine Zidane y Mauricio Pochettino podrían ser opciones) sino que un debutante en las lides de la dirección técnica de un primer equipo: Andrea Pirlo.
Claro, fue un golpe a la cátedra. Un sorpresón. El “Maestro” tuvo su retiro como futbolista activo hace poco, en 2018, y su llegada a Juventus como entrenador del equipo Sub 23, hace poco más de un mes, hacía pensar que Pirlo, a los 41 años, estaba iniciando su carrera como adiestrador conforme a los cánones establecidos. Es decir, de a poco, cumpliendo objetivos, quemando etapas.
Pero los plazos se adelantaron. Y la pregunta es válida. ¿Puede esperarse mucho de un debutante DT solo por el hecho de haber sido un gran jugador?
No hay una respuesta definitiva. Nada es matemático en el fútbol.
Muchos jugadores de calidad y talento iguales o superiores al de Pirlo lograron replicar como entrenadores su gran brillantez. Empezando por el holandés Johan Cruyff y actualizando el dato con Zinedine Zidane y con Marcelo Gallardo.
Pero no es regla. Diego Maradona, un astro como futbolista, ha tenido discretas experiencias en la banca. Y Pep Guardiola no era top diez como volante defensivo, pero sí lo es como DT.
Todo depende.
Tampoco se pueden anticipar fracasos por el simple hecho de no haber recorrido la “ruta lógica” y pasar —sin estaciones intermedias— de futbolista activo a adiestrador.
Incluso ha habido varios casos en la historia de jugadores que han tenido ambos roles en forma paralela (Gianluca Vialli, Ruud Gullit, Romario y Ryan Giggs, entre otros). Y aunque ninguno de estos casos es digno de tomarse como ejemplos de gran significación competitiva, al menos entrega a Pirlo el paréntesis de duda necesario para iniciar su aventura.
Pero no es todo lo que podría tener a su favor el exjugador.
Resulta que Andrea Pirlo tiene antecedentes que demuestran su capacidad de compresión profunda del juego y talento para aplicarlo en la cancha.
Estando en AC Milan, bajo las órdenes de Carlo Ancelloti, Pirlo revolucionó el puesto de volante ofensivo. Pasó de ser un enlace cercano al atacante, sin mayores obligaciones de marca, a posicionarse junto al volante central para complicar la construcción de juego rival y, a la vez, tener mayor panorámica de juego. Pirlo pasó de ser un “10” clásico a un “doble 6”. Un modelo replicado y hoy aceptado.
Entendió el juego. Lo jugó. Ahora Juventus espera que lo enseñe.