Guillermo Martínez murió a los 73 años, como René Orlando Meléndez Brito, la otra gloria indiscutida de Everton de Viña del Mar.
Una coincidencia que por algo será.
Le falló el corazón que lo traía averiado y de vez en cuando se lo parchaban en el Hospital Gustavo Fricke, por Álvarez, antes de subir a Forestal Alto y antes de llegar a Chorrillos, justo donde el central Reinaldo Gallardo, que se murió hace un tiempo, trabajó su taxi.
“Chicomito” nunca fue sociable y era quitado de bulla y de gente alrededor. Excepto, claro, en una cancha de fútbol, ahí jugaba, hacía jugar y marcó los tiempos de Everton durante unos quince años, porque fue 6, 8 y 10, y bajó, ascendió, fue campeón en 1976 y vuelta al fondo y de nuevo subió.
Llegó en 1967 por 250 escudos mensuales, que era más que lo que le pagaban en una librería del Pasaje Ross en el puerto.
Su familia se instaló en el cerro Santa Inés, calle 24 Norte, sitio pequeño y desnivelado que cercaron con palos, ayudó con los alambres y luego vino el adobe. Era pobre, no crecía y por eso lo de “Chicomito”, pero cuando fue alto y hombre se convirtió en un emblema, y en el equipo campeón de 1976 no hubo nadie tan viñamarino como él.
“Chicomito”, cuando niño, se bañaba en la laguna Sausalito, pegado a la orilla y sin miedo a los cueros, que viven al fondo y agarran las patas.
Su casa no fue chalet sino autoconstrucción en el cerro Santa Inés, a cuadras del cine Prat y por abajo, al final de la calle Quillota, el barrio chino, donde destacaban Las Palmeras y la Tía María.
Empezó a jugar en el Fortín Everton y en el equipo de baby fútbol Los Ases, porque en ese entonces existía una cancha techada al fondo de un pasaje que da a calle Valparaíso, entre Ecuador y Von Schroeders.
Estuvo 27 años en el Casino Municipal, le hacía a la electricidad y al manejo, pero no tuvo taxi, como René Meléndez, cuyo paradero estaba a la entrada o salida de la avenida Perú, depende.
En 2011 abrazó la fe, encontró la Biblia y hasta lo bautizaron en agua, pero bajita, porque nunca supo nadar.
¿“Chicomito”, dónde más trabajaste?
En Reñaca Alto, pero bien alto, que es donde viven los pobres de Viña y cuidando la piscina temperada y municipal. Viendo las chalas, toallas y ese tipo de implementos, pero con harto respeto al agua, eso sí, porque nunca aprendió a nadar y nunca fue pituco.
¿“Chicomito”, dónde te moriste?
No fue en el plan, fue en un cerro.
Por último y para no aburrir: ¿“Chicomito”, donde te enterraron?
¿Dónde más? En el cementerio Santa Inés, a unas diez cuadras de donde vivió y creció, quedó estrecho y horizontal en uno de los nichos del mausoleo de las antiguas glorias del Everton, y con algunos de los presentes jugó y con otros no.
Quedó entre los viejos de la Compañía Refinería de Azúcar, el finado Ambrosoli y el doctor Fricke, porque así son las cosas y así se marca el tiempo.
Quedó entre gente de Viña, como gran viñamarino.