Los primeros cinco minutos de esta película son un ejercicio de elipsis: un hombre llega en un bote con un pescado, una niña lo espera en el muelle de su casa, una mujer lee en el fondo del plano. Luego, la cámara se sitúa dentro de la casa, la mujer vuelve a estar lejos, ahora cerca del lago. Siguen planos de objetos, hasta que el hombre sale corriendo y se arroja al lago: su mujer se ha lanzado en un acto suicida. El hombre no logra rescatarla.
En la escena siguiente, la niña, Elli (Pekka Strang), ya es una adolescente y quiere hacerse un piercing en la lengua. El padre, el cirujano Juha (Ilona Huhta), que la acompaña, descubre que en el mismo local híbrido hay también un apartado extraño, un cuarto preparado para el sadomasoquismo. En ese lugar manda Mona (Krista Kosone), una dominatriz como se espera: látigo, cadenas, correas y cuero. Unas luces más mortecinas que chillonas —un mal simulacro del infierno— completan la puesta en escena. A pocos metros de distancia, padre e hija inician una especie de rito de pasaje, un tránsito a otro estadio: la niña, a la libertad púber; el padre, parecería que a una nueva sexualidad.
No es tan simple, sin embargo. La rutina de Mona consiste en tratar a su cliente como a un perro, en el peor sentido de esta idea. Su forma de prostitución no consiste en entregar su cuerpo, sino castigar el de otros. Eso la inviste de una presencia ritual (¿sagrada?), que se transfigura cuando Juha descubre que el maltrato más peligroso de Mona le permite ver de nuevo a su mujer ahogada, recuperarla por unos segundos, acaso para siempre. De una manera idiosincrática y con una gran dosis de humor negro,
Los perros no usan pantalones es un reprocesamiento de
Vértigo —con muchas de sus ideas visuales reprocesadas: la peluca, el seguimiento en auto, la sumisión del hombre...
El cineasta finlandés J.-P. Valkeapää es el más exitoso de su generación, la que viene de relevo de los hermanos Kaurismäki. Pero en vez de ese tono distanciado e impávido —que toma sus referencias de Jacques Tati—, Valkepää es intenso, agudo, satírico, sorprendente; un tributario nórdico de Hitchcock. Sus películas anteriores, como
El visitante (2008) y
Ellos escaparon (2014), también buscan en los intersticios del dolor y la culpa bajo motivos incómodos, perturbadores.
Contra sus alarmantes apariencias,
Los perros no llevan pantalones es una historia de amor y humor, la silenciosa peripecia de un hombre que trata de romper su encapsulamiento (todos los planos iniciales, obstaculizados por objetos de cristal) y encuentra una extraña forma de misticismo para lograrlo.
Una película que se resiste a toda clasificación fácil, como suele ocurrir con el buen cine.
KOIRAT EIVÄT KÄYTÄ HOUSUJADirección: J.-P. Valkeapää.
Con: Pekka Strang, Krista Kosone, Ilona Huhta, Oona Airola, Janni Volanen, Iiris Anttila, Ester Geislerová, Ellen Karppo. 105 minutos.
En MUBI