La presidenta del Senado, Adriana Muñoz, difundió por Twitter el domingo 2 de agosto una declaración de todos los partidos y bancadas parlamentarias de oposición en respuesta al mensaje presidencial del 31 de julio. El texto lleva las firmas de Elizalde, Jackson, Chain, Teillier, Mulet, Yeomans, Muñoz, Navarro, Maldonado, Mix, etcétera, y revela la unificación opositora en torno a una línea de beligerancia.
La declaración dice que la cuenta de Piñera “ha causado una profunda indignación a la ciudadanía por su escasa conexión con la realidad que viven chilenas y chilenos”. También, que no incluyó “un mea culpa por la tardanza e insuficiencia del apoyo social a los hogares y del completo abandono de la clase media”. Que “el estallido social existió y sigue latente. Sin embargo, el gobierno parece no querer abordar sus causas y carece de una propuesta global para superar la desigualdad ofensiva existente en el país”. Que los lineamientos para reactivar la economía “son demasiado vagos e imprecisos”. Que “el plan Paso a Paso es rechazado por la ciudadanía, incluyendo especialistas que manifiestan no haber sido escuchados”. Que urge terminar con “la criminalización del pueblo mapuche”. Que el Gobierno “no tiene un derrotero claro y una mirada de futuro para enfrentar las causas del estallido de octubre”.
Es notorio que en el texto intervinieron varias manos, pero el tono no deja dudas respecto de quiénes llevan la batuta. Como sea, los firmantes aparecen alineados en una táctica de confrontación y polarización, que suponen les traerá ganancias electorales. Están seguros de que las personas que desaprueban al Gobierno los apoyan a ellos.
¿Piensan en gobernar juntos estos partidos? Es posible. ¿Y cómo funcionaría eso? Bueno, cada uno puede hacerse una idea. Por ahora, se trata de hacer lo posible para que fracase el actual gobierno, cuestión que los desinhibidos creen que será más fácil de conseguir debido a la crisis. Es el edificante credo del “tanto peor, tanto mejor”. Chile es solo un paisaje.
La declaración alude varias veces al 18 de octubre. Si se trata de hechos, y no de retórica interpretativa, ¿cuál es la parte del 18 de octubre que más les gusta? ¿Los saqueos gozosos? ¿El ataque al Metro? ¿Plaza Italia? ¿Las iglesias quemadas? Es evidente que una corriente opositora vivió aquellas semanas de violencia, destrucción y pillaje en estado de exaltación: era la oportunidad de ganar poder y hacer tambalear el edificio institucional. No les fue mal. Se demostró que la democracia puede ser atacada por la espalda, incluso desde el Congreso. Son condenables las violaciones de los DD.HH. de ese período, y no puede haber impunidad respecto de ellas. Pero evitemos las confusiones: no se puede reivindicar el respeto a los DD.HH. y simultáneamente alentar el vandalismo.
Los opositores dicen que el estallido “sigue latente”, lo que constituye una advertencia turbia. Al fin y al cabo, ellos son los voceros autorizados del “espíritu” del 18 de octubre, y han aprendido a presionar con la inminencia de nuevas violencias para imponer su criterio. En la práctica, tratan de sacar las castañas del fuego (ventajas por aquí y por allá) con la mano de los grupos entrenados en el fuego. Es la retroalimentación entre el aventurerismo político y los activistas del caos.
El texto opositor obliga a preguntarse si la DC representa todavía algo de lo que encarnó en el pasado. Siguen en sus filas personas respetables, pero su voz parece que ya no es escuchada. Muchos antiguos militantes dejaron la DC en los últimos años, pero eso no parece preocupar a sus dirigentes, concentrados como están en las pequeñas cuentas electorales. La DC fue la fuerza motriz de la recuperación de la democracia, pero no pocos de sus parlamentarios se comportan hoy como una mala copia de los jóvenes presuntuosos recién llegados a la política, y que están convencidos de que la historia parte con ellos.
¿Qué representa hoy el PPD? Poco al parecer, como que su líder principal dijo que debe dejar de existir tal como es. ¿Qué papel juega en realidad su presidente? No lo sabemos. Las reservas de moderación que hubo en ese partido parecen haberse desvanecido en la competencia de quién es más izquierdista. ¿Qué esperar del PS o del PR? Memoria por lo menos.
La competencia política no tiene por qué hacerse a costa del interés colectivo. Necesitamos unirnos para superar las inmensas dificultades actuales y conseguir que el país vuelva a progresar en condiciones de libertad, sin caer en las trampas del populismo y el autoritarismo. Podemos tener un orden social más justo y una mejor democracia. Pero todo eso requiere un mínimo de generosidad y buena voluntad.
Sergio Muñoz Riveros