La elección del presidente de la ANFP se definió por un par de votos (y la abstención de Temuco), demostrando que el organismo se gobierna con una simetría casi perfecta entre oficialismo y oposición. ¿Sabe por qué varios dirigentes pensaron en impugnarla? Pues porque aducen que la votación no fue secreta, aunque todos sabemos que el voto por Zoom —como cualquier teletrabajo— está sujeto a la intromisión de terceros, que deambulan por los hogares con la amenaza de abrir la puerta detrás de nosotros.
No era ese el caso. La impugnación se sustentaba en que el nuevo timonel de la Universidad de Chile votó “acompañado” de un señor que tomaba notas a su lado. Era un notario, al que Cristián Aubert le solicitó que “lo acompañara en la votación para que pudiese ejercer como ministro de fe”. Y es que al interior de su directorio se miraba con sospecha el sufragio porque hasta pocos días antes de los comicios Aubert figuraba en el grupo de WhatsApp del bando perdedor.
Algo parecido a lo que ocurrió en Puerto Montt, donde la directiva le otorgó —la noche anterior— su apoyo a Milad con una declaración pública, pero quien votó lo hizo por Antillo, quizás porque no llevó notario. En resumidas cuentas, testigos más testigos menos, la asamblea está dividida milimétricamente, porque sin “ministro de fe” el resultado pudo variar.
Por ende, la tarea primordial de Pablo Milad al frente de Quilín no será la continuidad de Rueda, el retorno del campeonato, la relación con sus socios comerciales, la infraestructura ni la Federación. Será tratar de gobernar sabiendo que camina por la cuerda floja, donde cualquier detalle puede transformar su mínima mayoría en una inestable minoría, que fue el factor determinante para que se produjera el “golpe de estado” contra Sebastián Moreno. Sería, en principio, saludable saber cuáles son las materias o medidas que separan a ambos bandos para tratar de reducir las distancias, pero es obvio que en esta riña hay odios personales, rencillas pequeñas y traiciones subterráneas más que una visión generosa para el crecimiento de la actividad.
Advierten algunos que lo fundamental será recuperar la credibilidad ante los hinchas, lo que es superfluo si se considera que no hay credibilidad entre los pares. O al interior de un mismo club. Es tan grave, profunda y crítica la contingencia por la que atraviesa el fútbol, que un nuevo timón sólo debería significar navegar con firmeza hacia aguas más tranquilas.
La tarea de Milad es gigantesca. Mucho más que la de cualquiera de sus antecesores y no sólo por la gravedad del momento, sino porque tendrá que transitar vigilante, atento, con la precaución permanente de no recibir la daga en la espalda o la zancadilla detrás de la puerta. El fútbol ya vuelve a las canchas, y no sabremos si eso ayudará o no a buscar la unidad quebrada. O a recuperar la confianza hecha pedazos. Porque de otra manera, tendremos que andar con el notario para todos lados.