No volveremos a la normalidad mientras no tengamos una vacuna. Así de simple y así de drástico. Podremos retomar cada vez más actividades presenciales, pero tomando las prevenciones del caso, sin asumir riesgos innecesarios. Deberemos estar atentos a los contagios en nuestro entorno, deberemos contribuir a cuidarnos y cuidar a los demás, deberemos insistir en la importancia de tener un sistema de trazabilidad capaz de mantener los contagios en niveles razonables, como los que estamos alcanzando, finalmente, en la Región Metropolitana.
Mientras más dure la espera hasta que tengamos una vacuna, menos probable es que la gente contribuya al esfuerzo colectivo. Es muy distinto saber que habrá una vacuna en a lo más cinco meses a estar seguros de que transcurrirán, por lo menos, cinco años. En el primer caso, uno se arma de paciencia, se cuida lo más que puede, cual preso que cuenta los días para salir en libertad. En el segundo caso, en cambio, la mayoría se arriesgaría a exponerse al virus, que sea lo que tiene que ser, y en la práctica, a un costo alto en vidas, llegaríamos a la inmunidad de rebaño, o tal vez ni siquiera eso, dependiendo de cuánto dura la inmunidad adquirida al cursar el virus.
Las noticias recientes sobre avances en el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus son alentadoras. Un esfuerzo nunca antes visto, con generosos recursos públicos e inversión privada, ha permitido avanzar en meses lo que antes tomaba años. Seis vacunas ya se encuentran en fase III de su desarrollo. Esto significa que, habiendo establecido que son seguras y estimulan el sistema inmune, ahora se están administrando a miles de personas. Por ejemplo, recientemente comenzó un ensayo de fase III de la vacuna desarrollada por Moderna, con 30 mil participantes a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Las exigencias para aprobar la fase III varían de un país a otro; el ente regulador de los Estados Unidos (la FDA) anunció en junio que exigirá que una vacuna proteja al menos a la mitad de las personas para aprobarla.
Una vez que una vacuna se apruebe en algún país desarrollado, no es nada de obvio cuánto tiempo transcurrirá hasta que se pueda iniciar un programa de vacunación masiva en Chile. Un primer tema será cuánto le tomará al ISP aprobar la vacuna. Valdría la pena ir viendo, desde ya, cómo acelerar este proceso y preguntarse si el ISP podría aprobar sin estudios adicionales vacunas validadas por entes regulatorios confiables (por ejemplo, la FDA o la EMEA). Una vez aprobada una o más de una vacuna, en Chile tendremos que comprarlas para luego administrarlas. Es probable que inicialmente la producción de vacunas no dé abasto.
¿Valdrá la pena firmar contratos con farmacéuticas confiables con vacunas en fase III, condicionales a que logran la aprobación del regulador? Es lo que han hecho el Reino Unido con la vacuna que están desarrollando Sanofi y GlaxoSmithKline, y Alemania, Francia e Italia con la vacuna de AstraZeneca. También existen iniciativas donde un grupo de países cofinancian el desarrollo de una vacuna a cambio de que, en caso de éxito, cubran al menos parte de su demanda interna.
Es interesante mencionar una iniciativa de la OMS, suscrita por Argentina, Bélgica, Brasil, México, Noruega, Países Bajos y Portugal, entre otros, que tiene por objeto poner vacunas, tratamientos y test para covid-19 a disposición de todos. Sin embargo, la mayoría de los países con farmacéuticas desarrollando vacunas, junto al lobby farmacéutico, se oponen a estas iniciativas. Eso sí, algunas empresas han anunciado que venderán las vacunas al costo, al menos en una primera etapa; AstraZeneca y Johnson &Johnson, entre estas. Otras, como Moderna, Pfizer y Merck, han dicho claramente que no tienen la menor intención de vender a costo.
Con ocasión de la conferencia inaugural del año académico del Instituto de Chile, que tuve el honor de dar esta semana, realicé una encuesta entre 43 expertos chilenos, divididos en tres grupos: los miembros del Comité Vacuna Covid-19, convocado por el Gobierno; expertos del mundo de la salud, y expertos del mundo de datos y las políticas públicas. A cada uno de ellos le pedí que me diera tres cifras. La primera es cuán probable cree que Chile tenga un programa de vacunación masiva contra el covid-19 funcionando antes de fines de 2020. La segunda, durante el primer semestre de 2021. La tercera, antes de fines de 2021. Tres porcentajes, entre 0 (si creen que es imposible) a 100 (si creen que es seguro), ojalá el segundo mayor que el primero y el tercero mayor que el segundo.
Respondieron 42 de los 43 encuestados, las respuestas son sumamente interesantes. Las chances de que tengamos un programa de vacunación andando en Chile durante este año es muy baja, 28 de los encuestados, es decir, dos tercios respondió que no había ninguna posibilidad (0%). El promedio de las respuestas fue de 4,4%. Las cosas cambian, para bien, cuando se analiza la segunda pregunta. La probabilidad promedio que asignaron los encuestados a que tengamos vacuna antes del 30 de junio de 2021 es de 46,6%. Notable también son las diferencias entre grupos de expertos. Los expertos en vacunas asignaron, en promedio, un 73,3% de probabilidad, los dos grupos restantes tienen un “empate estadístico” en torno al 40%.
El mayor optimismo de los expertos en vacunas se confirma al mirar las cifras para la tercera pregunta. Están casi seguros de que tendremos vacuna antes de fines de 2021 (en promedio le dan una chance del 97,7%), a diferencia de los expertos restantes que nuevamente presentan un empate estadístico, esta vez en torno al 80%.
¿Por qué son más optimistas los expertos en vacunas que los restantes expertos consultados? Probablemente, porque conocen mucho más detalles de los tiempos y procesos necesarios que los expertos restantes. Y porque están trabajando para reducir los tiempos al máximo. Asumiendo que fueron invitados a participar en la instancia experta en vacunas por sus conocimientos y no por su optimismo, podemos concluir que es altamente probable que contemos con una vacuna antes de que comience el invierno de 2021.
El título de esta columna parafrasea la célebre obra “Esperando a Godot”, de Samuel Beckett. En ella, dos personajes mantienen largas conversaciones mientras esperan a Godot, quien nunca llega. Los resultados de la encuesta que he reportado no son garantía de nada y algo similar podría suceder con la vacuna para el covid-19. Confieso que no quise incluir esa posibilidad en la encuesta.