Del entorno cercano al ministro Enrique Paris me solicitaron un renovado abanico de frases, con el fin de engalanar las conferencias y otorgarle un relato extra a una tarea trabajosa y cansadora.
Los espectadores a tener en cuenta, me indicaron, pertenecen a tres categorías, donde figuran los periodistas que se conforman con poco, los lectores con nada y los televidentes con cualquier cosa.
La petición, ya más concreta, fue que debían ser eclécticas y de autores reales, personajes ficticios o totalmente inventados, con el fin de reemplazar las frases que por conocidas se escuchan ramplonas.
Digamos que después de la fase inicial: la de Eduardo Bonvallet, Arturo Alessandri Palma, el grupo Queen, Julio César o Gabriela Mistral, viene la que ahora se me encomienda, y lo primero que solicité fue soporte secundario para el señor ministro: Zúñiga, me respondieron.
De inmediato, entonces, le proporcioné una frase multipropósito para críticos persistentes: “La señora Izkia o el señor Engel se comportan como si solo hubieran visto demasiadas películas malas”.
Ante la compleja estructura del plan Paso a paso, una leve pátina de distancia y humor: “Un niño de 4 años podría entender el Paso a paso fácilmente. Zúñiga, sal y tráeme un niño de 4 años”.
Algo extra para los flamantes técnicos, nunca está de sobra: “Un economista es una persona que convierte sus errores en lecciones y sus lecciones en seminarios, y por todas cobra”.
O bien: “Un especialista es una persona que aún no termina de aprender lo que ya empezó a enseñar”.
Añado algo especialmente atingente, aunque advierto que el autor es un mafioso viejo, traidor y criminal: “La salud es lo más importante, más que el éxito, más que el dinero, más que el poder”.
Vengo a decir a continuación que algunas de las frases, en términos generales, evocan mundos culturales densos, ambiguos e incluso impenetrables, porque no hay respuestas fáciles y el mundo no es simple. Es la gran enseñanza de la pandemia, sin embargo, en vez de compatriotas cabizbajos y humildes, veo que abundan los pechugones sabelotodo.
Para ellos, por tanto, una frase arriesgada, que puede ser útil para el ministro: “Pido disculpas por la inteligencia de mis observaciones, me olvidé que estamos en Chile”.
O bien una típica y anglosajona: “Ya es hora de que el piano se entere de que no es él quien ha escrito el concierto”.
También, pero con otros afanes, un diálogo al pasar:
Ministro: “¿A dónde vas Zúñiga?”
Zúñiga: “A ningún sitio en particular, todos los sitios son buenos para pasar de largo”.
Hay que entregarles tribuna y lucimiento a los subalternos, y no solo al segmento de los pobres con plata, también conocidos como élite.
Por último, por si las moscas, y porque las cosas siempre se pueden complicar: “No soy muy dado a suponer. Solo soy un trabajador, mi jefe es el que supone”.
Todas estas frases, debo decir, las entregué sin costo alguno y fue una labor
ad honorem.
Solo pedí, para cuando caiga el momento y con el fin de sortear tumultos, que me regalaran no una vacuna ¡por favor, en qué mundo estamos! Al menos cuatro.