Juventus celebró el domingo la consecución del título de la liga italiana, algo que dentro del plano de las apuestas previas (de lo que harto sabe el equipo turinés) pagaba bien poco. Claro, teniendo a Cristiano Ronaldo liderando un equipo estelar, era obvio pensar que la “Vecchia Signora” mantendría su incontrarrestable dominio, pese a que algunos rivales insinuaron que estaban dispuestos a darles pelea. Así fue. Pese a la meritoria campaña de Atalanta (que está dentro de las buenas noticias del torneo) y de las intentonas de Inter (que se frustraron por errores propios), Juventus fue el equipo más sólido, el que mejor supo enfrentar los momentos de mayor tensión. La escuadra de Maurizio Sarri, más que especialmente brillante como fuerza colectiva, fue la que mejor supo definir a su favor cuando tuvo que hacerlo. Y eso se tradujo en un título que no admite dudas.
Lo que sí es necesario dejar en claro es que la preminencia que está logrando Juventus puede ser un arma de doble filo.
Las nueve coronas consecutivas logradas revelan la carencia de una fuerza competitiva que, a la larga, perjudica a la propia escuadra de Turín, no solo porque le impide conseguir cotas más altas de competición a nivel internacional sino que también erosiona la calidad del producto interno.
En palabras simples, Juventus ha puesto límites al avance propio y al de todo el mercado italiano.
Claro, eso no es solo algo que está pasando solo en Italia. La mayoría de las ligas europeas —incluyendo las más top— han dejado de lado el concepto de la competitividad al dejar que solo unos cuantos equipos puedan realmente tener logros. Es cosa de ver: en Alemania, Bayern Munich se aburre de ganar ligas (ya tiene ocho consecutivas). En Francia, el PSG le saca escandalosos puntos de ventaja a sus rivales. Y regularmente le sobran fechas para ser campeón. En España, salvo alguna patriada de Atlético de Madrid, no hay duda de antemano que la incógnita es saber si Real Madrid o Barcelona será el campeón. Nada más.
Hay, por suerte una excepción. La Premier League hoy da espacios para un número mayor de invitados a la fiesta. En los últimos cinco torneos, solo Manchester City ha podido repetir un título. Leicester City, Chelsea y ahora Liverpool han podido amargar el intento hegemónico de la escuadra dirigida hoy por Pep Guardiola.
Y este mejor nivel de competitividad ha producido un montón de beneficios al fútbol inglés. Para empezar, todos estos últimos ganadores de título han mostrado diversas propuestas técnico-estratégicas que han nutrido de conceptos para la discusión futbolera a nivel universal. O sea, se han convertido en el principal foco de análisis del aprendizaje de tendencias.
No es todo. A nivel competitivo, el título conseguido la temporada pasada por Liverpool en la Champions League no solo se dio en el marco de una lucha doméstica (la final fue con Tottenham) sino que fue casi en paralelo a la final de la Europa League también protagonizada por dos equipos ingleses (Chelsea y Arsenal).
Todo ello, unido a las pistas que ha dado Inglaterra en torno al buen trabajo a nivel de selecciones menores y adulta, indican a las claras que existe una correlación bastante fuerte entre alta competitividad permanente y niveles de éxito.
Para tenerlo en cuenta. A veces, no basta con sumar vueltas olímpicas locales y batir récords que solo suman en la planilla Excel.