Eduardo Mendicutti (1948) es uno de los narradores españoles más versátiles de su generación, aquella que surgió en las postrimerías del franquismo y culminó a lo largo de la turbulenta transición a la democracia. También habría que agregar que es uno de los más audaces: cuando nadie se atrevía a hablar de gais, lesbianas, hombres o mujeres transexuales, él escribía con una valentía inusitada acerca de personas con orientación diferente. Sin embargo, Mendicutti no es monotemático, pues la veintena de obras que ha publicado comprenden un amplísimo espectro de temas, que van desde las perplejidades de la adolescencia, hasta el mundo del espectáculo, el cine, el teatro y otra serie de tópicos afines. Gran parte de sus novelas y cuentos transcurren en Cádiz, la hermosa, extraña, misteriosa ciudad andaluza situada en la desembocadura del Guadalquivir. Mendicutti nació y se crió en Sanlúcar de Barrameda, exactamente en ese extraordinario lugar. Y según se desprende de algunas de sus ficciones —
El beso del cosaco, El ángel descuidado, Malandar—, parecería que la gente de ahí siempre ha sido suelta de cuerpo.
Para que vuelvas hoy es su última ficción y se basa en un hecho real que experimentó el poeta Marcos Ana. A los 42 años, después de haber estado encarcelado desde los 23, fue liberado por presiones de Amnistía Internacional. A esa edad, tuvo su primera experiencia con una dama que ejercía la prostitución. Mendicutti toma el punto de vista de ella, la llama Isabel y elabora la trama cuando, ya anciana, ella le cuenta a Marta, su joven cuidadora en una residencia dirigida por monjas, una serie de episodios de su pasado que, huelga decirlo, ha sido tumultuoso, divertido, excitante, cómico y, sobre todo, estrambótico.
Para que vuelvas hoy, así como otros títulos de Mendicutti, han sido comparados con los neofolletines de Manuel Puig. Es un paralelo del todo erróneo: mientras el argentino basa el conjunto de su corpus en películas olvidadas, revistas del corazón, fragmentos de la cultura popular, Mendicutti explora un medio y unos sucesos mucho más amplios y, por qué no decirlo, más universales.
Es cierto que
Para que vuelvas hoy guarda un parecido formal con
El beso de la mujer araña, de Puig. Ambos relatos descansan en el diálogo entre dos personas, ambos se desarrollan mediante la improvisación que genera ese intercambio verbal y ambos se van por las ramas a medida que avanza la acción. No obstante, la similitud que muestran estos narradores solo llega hasta ahí.
Para que vuelvas hoy, es mucho más un monólogo que una conversación. Isabel hace gala de un humor desopilante, puede ser reticente o irse de lengua según su estado de ánimo, es víctima de súbitos ataques de mal genio o se arrepiente enseguida de sus desplantes con Marta, quien, pese a su personalidad liberal, generosa, amplia de criterio, posee una alta cuota de morbo, que Isabel sabe cómo explotar.
Isabel, que sobrevivió a innumerables catástrofes, trató, desde luego, con muchos varones y de todos ellos, nunca ha sido capaz, ni en un instante, de olvidar a Fernando, o sea, Marcos Ana, con el que se comportó con delicadeza, ternura y sabiduría propias de su oficio. Tras su primer y único encuentro, ella le devolvió el dinero por el servicio prestado con la nota: “
Para que vuelvas hoy”. Al día siguiente, Fernando le mandó un inmenso ramo de flores con el mensaje: “Para Isabel, mi primer amor”. Ese individuo desvalido, solitario, que sufrió los terribles percances de la prisión, llegó a ser el secreto más importante en la existencia de Isabel.
Aun así, las delirantes e incoherentes divagaciones de la heroína no son el disparejo material de
Para que vuelvas hoy. La intriga cubre varias décadas y vemos a Isabel moviéndose como pez en el agua durante el régimen autoritario, haciendo lo suyo al término de ese gobierno y alternando con una gama increíble de personajes, ayer y en el presente. Son tantos que resulta imposible recordarlos, aun cuando quedan en la memoria sus familiares de Cádiz, un oficial de la Falange que le permitió un buen pasar, varios amantes de indiscretas propensiones, numerosas compañeras de correrías y muy en especial, su nieto Moisés, quien le revela que es homosexual, respondiéndole Isabel algo que el joven siempre ha sabido, vale decir, que ha ejercido la ocupación más antigua desde que tiene uso de razón. De este modo, Mendicutti logra un texto desembozadamente sentimental e hilarante.